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Paradojas de la vida, aquellos que sufrieron en carne propia los horrores de la intolerancia —por ejemplo en los campos de concentración de exterminio— ahora son los abanderados de ella.
Y dentro de algunos meses, cuando las cámaras dirijan su atención a otras noticias más rentables, ¿quién recordará los nombres de los muertos por las bombas de Gaza, los de Lama y Haya, por ejemplo? Quiza sólo sus padres, dos campesinos que ahora perdieron sus únicos retoños y con ellos, sus propias vidas.
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