Cosa curiosa como la historia se repite. No importa que los protagonistas sean de derecha o de izquierda, al final todo sigue igual. ¿Ejemplos? Sobran.
"¡Gobierno asesino!" "¡Gobierno hambreador!" Los trabajadores han venido denunciando estos extremos en sus movilizaciones contra la administración de Hugo Banzer, la de Gonzalo Sánchez de Lozada y, ahora, la de Evo Morales. ¿La respuesta del poder? Pues la misma: "Se trata de pequeños grupos con intensiones políticas que quieren desestabilizar al Gobierno". Increíble, pero esta frase, con pequeños matices, salió tanto de los labios de los ministros de Gobierno de la derecha —"retrograda", como la califican los actuales inquilinos del Palacio— como de la izquierda. Lo dijeron Guillermo Fortún, cuando Evo Morales bloqueaba el Chapare los primeros años del 2000; Carlos Sánchez Berzaín, cuando los campesinos bloqueaban el altiplano en 2003, y hoy lo repite Sacha Llorenti, al descalificar el bloqueo de Caranavi por una planta de cítricos y el paro de la COB exigiendo que se incremente el ridículo 5% propuesto por Evo para el aumento salarial.
Curioso como Llorenti, que antes defendía los derechos de los sectores sociales desde la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, ahora se olvide de sus apostolados. "Los muertos en Caranavi no fueron provocados por la Policía". "La Policía no usó armas de fuego en el desbloqueo". "Los bloqueadores estaban armados". Puta, lo mismo que dice Llorenti ya fue dicho por Fortún cuando cayeron los primeros cocaleros en el Chapare, lo señaló Sánchez Berzaín, cuando murieron campesinos en Warisata. Qué paradoja, ¿no?
Y es que al final, como decía un político gringo, la única diferencia entre un gobierno de derecha y otro de izquierda es que el de derecha te roba el bolsillo derecho y el de izquierda, el bolsillo zurdo.
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