lunes, mayo 31

LOS VIOLINES BAILAN MORENADAS

Chass...”, suena el platillo.
“Trraack...”, responde la matraca.
“¡Salud, Gran Poder!”, gritan los músicos.
No, no estamos en las graderías de la Av. Buenos Aires disfrutando la entrada de la fiesta mayor de los Andes. Nos hallamos sentados en las butacas del Centro Sinfónico Nacional.
Sobre el escenario, un pequeño ejército de hombres y mujeres —ataviados de smoking y vestidos de gala y armados con violines, oboes y fagots, entre otros— interpreta las melodías populares y las sonoridades que nutren la festividad paceña del Gran Poder.
Pero aquí no hacen faltan los danzarines que cada año pintan con su colorido las arterias de La Paz; los instrumentos de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) los reemplazan, adoptan sus formas, bailotean al compás de la festiva música e invitan al espectador a recorrer las rutas que marcan los bailarines.
Allí están los achachis de la morenada, representados por corpulentos chelos que se mueven cansinos al son de la tuba. Y la incomparable sensualidad de las figuras que engalanan esta danza se hace presente a través del cadencioso susurro de los violines. Impulsado por sus intérpretes, su danzar es celebrado esporádicamente por un pito. ¿Será un barita que, a la distancia, intenta controlar el tráfico? ¿Quizá un espectador enamorado que intenta llamar la atención de la danzante? Sólo el compositor de esta obra, Javier Parrado, podría resolver la incógnita.
Pero, mimetizado entre el público, está en silencio, guardando el secreto para dejar que la imaginación de los oyentes vuele a nuevos niveles con su Alegres prestes, obra con aires de morenada y toque sinfónico.
“Es una exploración de todas las sonoridades que ocurren cuando uno está sentado en la calle disfrutando de la entrada del Gran Poder. Son sonidos, como el del pito, que se van acoplando a la música de las bandas”, explicará posteriormente.
Esas sonoridades a las que el músico se refiere adquieren aires contemporáneos en su adaptación orquestal. Este trabajo fue realizado por Parrado junto al arreglista potosino Willy Pozadas. Este último dirigió esta semana en el Centro Sinfónico los conciertos del programa Por el Señor del Gran Poder, homenaje a esta festividad que incluyó el estreno de Alegres prestes.
La resonancia de los bajos son los que golpean los oídos. Poco a poco los danzarines instrumentos entran en un éxtasis sonoro. Parece un caos, pero, paradójicamente, hay un sonido ordenado. Y el espectador responde: ya con el vaivén de la cabeza, ya zapateando tímidamente en el piso. Ahora, con las palmas. Esta morenada sinfónica ha culminado.
Este oficio de juntar sonoridades es un vicio incurable para Parrado y Pozadas, que juntos llevan adelante el proyecto Uyaricuna/Ist’asiñani, nos escucharemos. Hace tres años fue el turno de la música autóctona. “Más que plasmar las melodías en la partitura, lo difícil es captar su esencia... Es como aprender a hablar un idioma distinto. Es hora de que los músicos bolivianos aprendamos a tocar nuestra música. Uno cree conocer lo que es una morenada, pero en realidad nuestra mirada es superficial”, expresa Parrado.
Y a ese aprendizaje se sumaron los asistentes a los dos conciertos realizados en la sede de la Sinfónica, donde también estuvieron presentes melodías del área rural como italaques, julajulas y chirihuanos. Y de seguro, sus sonidos, redescubiertos en la partitura orquestal, permanecerán en la mente de los espectadores que asistieron a las “graderías” de la Ayacucho.
Texto: Javier Badani, publicado en Tendencias
Foto: Miguel Carrasco (La Razón)

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