lunes, mayo 24

UNA CHOLA Y SU GRINGO LE CANTAN AL MESTIZAJE

Melodías de huayños y de blues, de chuntunquis y de country. Ese eclecticismo musical se funde cada vez que un sureño estadounidense, una chola cochabambina y un charanguista paceño suben al escenario. Son Richard Jack Herranen, Marisol Díaz y Fernando Patzi, una amalgama muy particular que, desde Cochabamba, busca hacer de la interculturalidad musical una bandera artística.
Su última presentación la realizaron la anterior semana en el Cine Teatro 6 de Agosto, en La Paz. Fueron invitados para compartir el escenario con los integrantes de la banda de rock urbano Atajo, que ofreció en este lugar el show “Acustik’asi”.
La propuesta musical y escénica y, en especial, la potente voz de Díaz, no pasaron para nada desapercibidas para el público que participó en los conciertos. El trío no tiene nombre todavía, pero ya ha ensayado una denominación para su estilo artístico: kumana, una traslación de la expresión aymara kumunta (amontonado).
“Kumunta se utiliza generalmente en el altiplano. Se dice así cuando las cholas llegan a las fiestas con aguayos que están cargados de una variedad de objetos distintos en su interior. Es un cúmulo de elementos que no tienen conexión entre sí, pero que conforman un todo. Eso somos, una mezcla”, explica Herranen, que llegó a Bolivia a finales de los años 90. Ataviado con un sombrero Stetson (tipo tejano), jeans ajustados y abarcas, este originario de Cleveland, Tennessee, lidera esta inédita agrupación.
Se pensaría que el folklore de los pueblos andinos y los ritmos tradicionales de los habitantes del sur estadounidense no tienen mucho en común. Pero sólo basta con presenciar uno de los conciertos de Herranen, Díaz y Patzi para desbaratar aquella primera impresión. “El blues del Sur de EEUU es como el huayño andino. Ése es nuestro terreno en común”, dice.
Una chichería cochabambina fue el escenario donde nació la idea de iniciar el proyecto. Acompañados por la bebida de maíz, los tres artistas intercambiaron experiencias, cantaron juntos y concluyeron que debían compartir su música con los demás.
“Yo provengo de una zona de minas de carbón de Estados Unidos, al igual que Marisol viene de un área minera de Cochabamba. Y los tres (con Fernando Patzi) compartimos el amor por las montañas que nos acompañaron al nacer; a ellos, las de los Andes y a mí, las de los Apalaches del sur”, manifiesta Herranen, que a sus 42 años radica en el área rural cochabambina.
Don Ricardo, como llaman al músico sus vecinos, se nutrió en su país de literatura latinoamericana. Los poemas de Pablo Neruda y las reflexiones de Eduardo Galeano abrieron su curiosidad por conocer el mundo hispano.
Llegó a La Paz con su guitarra y música country. “Descubrí que los problemas sociales en mi país y en Bolivia son similares, igual que la forma de expresar la lucha de los obreros a través del arte”.

Marisol Díaz a revalorizar la vestimenta de la mujer de pollera cochabambina, traje que la cantante comienza a vestir ahora, a sus 40 años. Lo hace frente al público en las presentaciones “donde un gringo una quechua y un aymara dan un ejemplo de diversidad”, señala esta mujer que nació en el centro minero Cami, ubicado en Independencia.
“Mi padre murió trabajando en las minas. Mi vida allí me marcó para siempre y por eso nunca niego que soy hija de una chola y de un minero. Yo me siento orgullosa de ello. El uso de las polleras es una elección intencional. No quiero vestir en el escenario ropa autóctona, a pesar que rescatamos también esta música. Quiero reivindicar la vestimenta de la chola cochala, que es un reflejo del mestizaje”.
Díaz desarrolló su talento vocal de forma empírica. “No tengo escuela, desarrollé mi pasión por el canto por cuenta propia.
En las canciones interpretadas por el trío se puede distinguir el uso en las líricas del inglés, el quechua y el aymara. “Es una mezcla muy interesante, ‘bluseamos’ huayños, por ejemplo. Él (Herranen) aporta el chile típico norteamericano y nosotros le ponemos la llajuita y el chuñito”, expresa Díaz, a quien se la puede apreciar sobre el escenario realizando un zapateo.El repertorio incluye temas tradicionales del sur de Estados Unidos y, también, de Bolivia.
Para el compositor estadounidense, la clave está en superar las barreras de la mente. “nosotros nos relajamos a la hora de afrontar un tema. Y así cruzamos las fronteras mentales. La música siempre es subversiva tiene la posibilidad de romper las fronteras que nosotros mismos creamos”.
Texto: Javier Badani, publicado en Tendencias.
Foto: Fernando Cartagena

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