martes, marzo 8

ROMPERRAGAS, LOS PEPINOS CARNICEROS

En el mundo de los carniceros o eres vacuno o eres ovino. Los primeros se enorgullecen de abastecer la preciada carne de vaca y a los segundos se les infla el pecho al recordar que brindan alternativas más selectas, como el cordero y el chancho.
Ambos grupos conforman una gran familia; sin embargo, por décadas fueron como el agua y el aceite. Como los Montesco y Capuleto de la tragedia Shakespeareana, a los hijos de los vacunos se les prohibía enamorar con los retoños de los ovinos y viceversa. Este extremo comenzó a cambiar gracias a la magia del Carnaval paceño y de la mano de uno de sus personajes más entrañables, el pepino.
Róger Aranda Pacosillo (24) narra esta historia con pasión. Pertenece a una familia de vacunos cuya tradición pesó más en él que sus ansias por ser auditor. Tiene su frial en la avenida Landaeta, donde trabaja junto a su esposa, Rocío Contreras, en cuyas venas corre la sangre de los ovinos. Esta pareja engrosa la comparsa ‘Juventud Romperragas de Challapampa’, la agrupación más antigua de pepinos en la tradicional entrada carnavalera paceña.
Aranda recuerda que la comparsa Romperragas fue creada por un grupo de jóvenes carniceros en 1956. Entre los fundadores estaban Ricardo Chipana, Hilario Poma y Manuel Acarapi, quienes se cuestionaron el hecho de que los vacunos no contarán con presencia propia en la entrada del Carnaval, a diferencia de los matarifes ovinos que eran reconocidos entonces por su bloque de ch’utas. “Escogieron entrar como pepinos, para hacerle frente a los ch’utas de los ovinos. Pero para destacarse, recurrieron a un mascarero reconocido para que les elabore la careta”, explica Aranda. Ese mascarero era Antonio Viscarra Morales, quien introdujo la tradición de las caretas de yeso con tres cuernos elaborados con cuero.
Esta pieza marcó un hito en la entrada de Carnaval de 1956, año en que la comparsa de los carniceros logró su primer galardón por parte de la municipalidad. Guitarras, charangos, mandolinas, quenas, panderetas, concertinas y un bandoneón acompañaron el paso del dicharachero grupo. Disfrazados de “califas de Bagdad”, los integrantes de la Estudiantina Tihuanacu —conformada por trabajadores de la fábrica Soligno y Forno— le dieron el toque musical a dicha participación.
“Este acontecimiento se publicó en las primeras planas de la prensa y significó un orgullo para los carniceros ya que en años posteriores la mascarada de los pepinos de colores multicolores se impuso en las entradas folklóricas de Carnaval”, describe Alejandro Chipana Yahuita, hijo de uno de los fundadores de la comparsa paceña.
Con todo, los conflictos internos en el gremio de los carniceros provocó que los Romperragas (romperisas) desaparecieran del Carnaval en dos ocasiones, poniendo en riesgo la tradición de los matarifes.

El pepino, figura principal del Carnaval paceño, tiene sus orígenes en el pierrot europeo, figura adoptada para las carnestolendas por las familias más acaudaladas. Una fotografía tomada en 1908, sin embargo, revela que ya para esa época las comparsas contaban con la presencia del pepino. Este personaje “nació con las nuevas condiciones de la modernidad, que habían dejado atrás los demonios coloniales.
En 1996 esta agrupación fue refundada, después de años de ausencia en la entrada. Los protagonistas fueron cinco hijos de carniceros, quienes introdujeron cambios en el grupo. Tradicionalmente una comparsa dominada por los varones, entonces se abrió paso a la participación femenina. Ellas ingresan en las entradas con sus elegantes trajes de chola. Todos los cambios, sin embargo, tuvieron en primera instancia que ser aprobados por los matarifes más antiguos, los fundadores originales de los Romperragas. También en los años 90 se adoptó los colores del Club Deportivo Lanza, equipo de fútbol de los carniceros.
Lo más importante para Róger Aranda, sin embargo, es que ahora vacunos y ovinos han saldado sus diferencias. Codo a codo, los integrantes de ambos grupos de carniceros bailan en la entrada carnavalera. “Antes (en los años 50), nuestros abuelos sólo dejaban bailar a los carniceros y a sus familiares más cercanos. Ahora no se discrimina: ovinos, vacunos y gente particular bailan juntos. Incluso se ha incluido en mi gestión (de pasante 2010) a los ch’utas, que son los adultos carniceros, para bailar con los jóvenes”, asegura el matarife.Entonces, no es casual que los matarifes —reconocidos desde siempre por impulsar expresiones folklóricas, impulsaron la Diablada en Oruro e instituyeron en La Paz la danza del inca— decidieran en los año 50 adoptar al personaje del pepino como símbolo de su comparsa carnavalera.
Vacunos y ovinos, antes divididos por celos comerciales, hoy comparten tradiciones. El domingo de Carnaval se congregan en la zona donde nació la comparsa hace 55 años, Challapampa. Reunidos en la calle Constitución, dan vida al rito de bienvenida de los nuevos integrantes, bailando y golpeando con sus atrevidos chorizos (objeto hecho de trapo o cartón) a las mujeres; ovinas y vacunas, por igual.
Texto: J.B. Fotos: Miguel Carrasco. Nota completa en la revista Escape

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