miércoles, octubre 5

LLORANDO POR ADRIANA

Será mi achacoso estado de ánimo o simplemente la edad que me ha vuelto más irritable… Ni puta idea. Lo cierto es que esta mañana me invadió un deseo (tamaño baño) de llorar: Llorar de rabia, llorar de impotencia.., llorar por Adriana.
Con tan sólo dos años y 11 meses, la vida de esta niña ha sido cercenada por las manos que se suponían debían protegerla. Su padrastro, Félix Patzi Pari, le propinó tal golpiza que la dejó en estado de coma; allí, en el umbral de la muerte.

Según narra el periódico La Razón, la mañana del viernes 30, Julia Mamani (madre) y Félix Patzi Pari llegaron al hospital de Los Pinos para internar a la pequeña con un severo daño cerebral. Por más increíble que suene, durante el examen médico se descubrió que el cabrón ya había golpeado antes a Adriana; los galenos detectaron que ya tenía un traumatismo craneano por una agresión anterior.
 

“Ante la gravedad de las lesiones, Adriana fue trasladada al Hospital del Niño, donde se encuentra en la sala de terapia intensiva. Gregorio Mariscal, médico pediatra de turno del nosocomio, señaló que Adriana presenta un grave cuadro de traumatismo craneoencefálico con infarto cerebral y la fractura de cuatro costillas”, señala la nota. Si Adriana sale del coma, tendría severas secuelas que le afectarían de por vida.

Historias como esta no hacen más que ahondar mi desaliento ante nuestra destructiva condición humana. Sí, se sabe que, con matices, todos estamos impregnados de tonalidades de malicia. Pero lo preocupante es que estamos perdiendo la capacidad de diferenciar entre sus gamas, de impresionarnos ante hechos como el caso de Adriana. Se nos ha hecho tan habitual escuchar sobre el sufrimiento que somos capaces de provocar a los demás, que cada vez somos más incapaces de aquilatar los daños. "El mundo se ha convertido en un gran escenario, en un enorme show", decía Saramago.

Con todo, el máximo castigo que recibiría el agresor de Adriana es de nueve años de cárcel. Irrisoria penalidad para semejante salvajada, tanto que dan ganas nomás de llorar.

PD: Ningún familiar de Adriana la fue a visitar. Si su historia te conmovió como a este "duro de corazón" (como siempre, definición acertada, chota), te propongo que pases por el hospital miraflorino a traspasar vibras de  esperanza a Adriana... Te tomará tan sólo unos minutos construir este milagro y reivindicar a nuestra especie.

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