V. quiere morir a los 35. Tiene 29 años, pero considera que ya ha tenido suficiente de este mundo y sus circunstancias. V. anda por la vida envuelta en un aura de desilusión. Pero más desilusionada anda conmigo. Culpable es mi falta de compromiso, dice. Hace varios años atrás acordamos que desapareceríamos juntos de este mundo. Ella puso la fecha fatal, sus 35 años y yo acepté.
Hoy me lanzó al rostro aquel acuerdo y yo le salí por las ramas con lacrimógenos argumentos de telenovela vomitiva: que todavía tengo mucho veneno por destilar en la vida, que todavía me quedan caricias que inventar y páginas que llenar, que quiero llegar a ver a mis peques alcanzar la juventud... En fin, ella no se tragó tanta huevada; más bien se encendió y escupió en el chat: "bueno señor Badani siga siendo una víbora mil caras, un puto confirmado, un adicto al juego y un padre afectuoso... Voy a morir, pero te dejaré de herencia mis deudas". Vaya lapidario resumen de mi existencia. Cuesta reconocerse en el espejo del otro, siempre creemos ser mejores de lo que realmente somos. Debería haber más V. en nuestras vidas, gente que destruya tus certezas con su sinceridad.
Hoy me lanzó al rostro aquel acuerdo y yo le salí por las ramas con lacrimógenos argumentos de telenovela vomitiva: que todavía tengo mucho veneno por destilar en la vida, que todavía me quedan caricias que inventar y páginas que llenar, que quiero llegar a ver a mis peques alcanzar la juventud... En fin, ella no se tragó tanta huevada; más bien se encendió y escupió en el chat: "bueno señor Badani siga siendo una víbora mil caras, un puto confirmado, un adicto al juego y un padre afectuoso... Voy a morir, pero te dejaré de herencia mis deudas". Vaya lapidario resumen de mi existencia. Cuesta reconocerse en el espejo del otro, siempre creemos ser mejores de lo que realmente somos. Debería haber más V. en nuestras vidas, gente que destruya tus certezas con su sinceridad.
Con todo, ahora me he impuesto la nada fácil tarea de convencer a V. que cambiemos la fecha de nuestra partida; quisiera estirar el final por lo menos unos 10 años, si es que antes los que juegan con nuestras cuerdas no deciden lo contrario. Pero cuando intento hilvanar mi discurso salvatorio, no encuentro muchos argumentos para asegurar con irrebatible certeza de que vale nomás la pena vivir, no en estos tiempos, no con esta humanidad que puebla el planeta. Menuda tarea la que me queda adelante.
¿V. quiere morir? ¡DÉJALA! Está en su derecho. Ahora, que la acompañes o no sólo mostrará cuán válido eres para cumplir los compromisos previos y apoyar a los amigos que te lo piden. Por de pronto, yo no te haré este tipo de peticiones.
ResponderEliminar¿Quiénes somos nosotros para impedir los deseos de las personas que nos rodean? Ridículo y patético apego a la vida... ¡BAH!
¿Qué es la muerte? Si todavía no sabemos lo que es la vida... Saludos Chesco
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