viernes, diciembre 2

RECUPERAR EL CAOS

Me di cuenta esta mañana: me estoy convirtiendo en un tipo temático y tal constatación me abruma. Siempre odié ser presa de la monotonía. De niño solía buscar nuevas rutas -aunque fueran más largas- para llegar a mi colegio. Incluso, ya adolescente, llegué -hasta la diarrea- a desayunar marraqueta con mayonesa para romper con la tradición del pan con mantequilla.
 


Pero ahora, ya de adulto, mi cotidianidad se está plagando de un sin fin de pequeños hábitos. Son rutinas casi ceremoniales. Por ejemplo, en las mañanas no salgo de mi nido si es que antes no he corrido la cortina, abierto la ventana y colgado la toalla en la puerta de mi dormitorio. Todo así, en ese orden.
Mi desayuno no varía: avena con leche y empanada en el puestito de doña Felicia, en la calle Colón. Hoy llegué tarde y sólo quedaba linaza y wilkaparu. No supe qué hacer y al final, contrariado, terminé con el estómago vacío.
De allí, la ruta a pie hacia mi laburo es siempre la misma: Colón, Potosí y Loayza, mientras engullo una aspirina casi siempre en la esquina de la Santa Cruz. Y antes de ingresar al edificio, siempre una miradita a la recepcionista de la agencia de viajes (hoy traía una solera rojo pasión), no sea que se la hayan robado.
Con todo, he decidido que desde el lunes trastocaré mi universo. Quiero recuperar el caos para mi vida. Asumo mi disfuncionalidad con orgullo y deseo vivir acorde a sus designios.




 

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