¿Puede un solitario cuarentón que tiene por capa una bolsa de basura convertirse en ícono de las protestas sociales en Brasil?
Texto y fotos: Javier Badani
Texto y fotos: Javier Badani
Como de costumbre Batman tiene la habitación desordenada. Pero lejos de sonrojarse por ello el hombre murciélago se ufana de tal desgobierno. Sabe que cada papel, cada prenda, cada objeto aparentemente desparramado sin lógica alguna es, en realidad, una pieza clave de información en el gran rompecabezas que es su vida.
Claro, en esta historia no hay un Alfred Pennyworth que se preocupe por mantener el orden de la casa ni una glamorosa mansión anclada en Gottan City. Tampoco existe un súper hombre arrastrando extraordinarios poderes por donde va ni archienemigos con quienes batirse en combate. En realidad esta historia nada tiene que ver con la del ícono de DC Comics. Se trata de un Batman tercermundista, clasemediero y agitador. Un cuarentón que se transporta en bicicleta, que tiene por compañía un par de gatos y que anda por las calles luciendo por capa una bolsa de plástico negra y arengando estribillos anticapitalistas junto a decenas de marchistas. Es el Batman Pobre de Río de Janeiro, uno de los símbolos que ha brotado de la mano de los movimientos ciudadanos que vienen sacudiendo hace un año al coloso del continente: Brasil.
Claro, en esta historia no hay un Alfred Pennyworth que se preocupe por mantener el orden de la casa ni una glamorosa mansión anclada en Gottan City. Tampoco existe un súper hombre arrastrando extraordinarios poderes por donde va ni archienemigos con quienes batirse en combate. En realidad esta historia nada tiene que ver con la del ícono de DC Comics. Se trata de un Batman tercermundista, clasemediero y agitador. Un cuarentón que se transporta en bicicleta, que tiene por compañía un par de gatos y que anda por las calles luciendo por capa una bolsa de plástico negra y arengando estribillos anticapitalistas junto a decenas de marchistas. Es el Batman Pobre de Río de Janeiro, uno de los símbolos que ha brotado de la mano de los movimientos ciudadanos que vienen sacudiendo hace un año al coloso del continente: Brasil.
Un coloso despierta
En junio de 2013 los noticieros alrededor del mundo sorprendían al anunciar que las ricas urbes de Sao Paulo y Río de Janeiro eran escenario de multitudinarias movilizaciones callejeras.
Millares de personas, la mayoría jóvenes, reclamaban por el incremento en el precio del transporte público y en rechazo a los gastos extraordinarios del gobierno en el desarrollo de la Copa Confederaciones de Fútbol y la entonces próxima Copa Mundial de Fútbol. En pocas horas las movidas ciudadanas se extendieron al resto del país e incluso fueron adoptadas por residentes brasileños en el exterior.
Millares de personas, la mayoría jóvenes, reclamaban por el incremento en el precio del transporte público y en rechazo a los gastos extraordinarios del gobierno en el desarrollo de la Copa Confederaciones de Fútbol y la entonces próxima Copa Mundial de Fútbol. En pocas horas las movidas ciudadanas se extendieron al resto del país e incluso fueron adoptadas por residentes brasileños en el exterior.
El planeta observaba perplejo los acontecimientos de un país en pleno crecimiento que no vivía semejantes manifestaciones ciudadanas por lo menos hacia una década atrás. Considerada como una de las cinco economías más pujantes del mundo, Brasil no había dejado de recibir aplausos a nivel internacional por su envidiable despegue económico.
Los brasileños se enorgullecían de haber logrado importantes mejoras sociales bajo la administración de Inacio Lula Da Silva, primero, y de Dilma Rousseff después. La pobreza había disminuido de un 37.5% a un 20.9% beneficiando a 27 millones de personas. El número de ricos se multiplicaba y como nunca un histórico 75% de brasileños apoyaba a su Presidente. Aún así, el día de la inauguración de la Copa Confederaciones –en plena crisis callejera- unos 50.000 brasileños se fundieron en el estadio en una silvatina general que terminó acallando el discurso de Rousseff. Gran parte de ellos personas de clase media que se habían dado el lujo de pagar los 400 dólares de la entrada al evento deportivo. Porque, es necesario decirlo, las manifestaciones no nacieron desde las favelas ni fueron impulsadas por los brasileños más pobres. Era la naciente clase media brasileña la que tomó las calles al no ver satisfechas sus nuevas necesidades.
"Quieren, por ejemplo, unos servicios de primer mundo, que no lo son; quieren una escuela que además de acogerles les enseñe con la calidad que no existe; quieren una universidad no politizada, ideologizada o burocrática. La quieren moderna, viva, que les prepare para el trabajo futuro. Quieren hospitales con dignidad, sin meses de espera, sin colas inhumanas, donde sean tratados como personas. Quieren que no mueran 25 recién nacidos en 15 días en un hospital de Belem. Y quieren, sobre todo, lo que aún les falta políticamente: una democracia más madura, en la que la policía no siga actuando como en la dictadura; quieren partidos que no sean un negocio para enriquecerse; quieren una democracia donde exista una oposición capaz de vigilar al poder. Quieren un Brasil mejor. Nada más”, escribía Juan Arias en el periódico español El País, durante esos días de furia.
La clase media brasileña protestaba en las calles. Y en medio de la masa movilizada se incrustó un personaje que hoy se ha convertido en una figura en su natal Río de Janeiro: Batman Pobre.
Una piltrafa llamada Batman
Río City. Batman yace en un basural, ebrio y harapiento. Nada de extraño hay en encontrarlo así últimamente. Hace mucho que Bruce Wayne Do Santos lo ha perdido todo: su riqueza, su fama y sus poderes sobrehumanos. Hoy no es más que un vagabundo que deambula las calles con el desaliñado traje de murciélago que un día lo catapultó al Olimpo de los superhéroes. No puede haber final feliz en esta historia. Hombre y leyenda han iniciado el camino hacia la autodestrucción. Batman y Bruce Wayna Do Santos no son más que parias en una sociedad donde ya no hay cabida para superhombres.
Difícil saber cómo reaccionaría Bob Kane al ver al personaje que ayudó a crear en 1939 convertido en una piltrafa. Carlos De Medeiros se lo pregunta mientras con resueltos trazos termina de colocar al hombre murciélago en un basural, en busca de comida.
Desde el 2013 este artista y diseñador brasileño viene resignificando con sus dibujos al héroe de Ciudad Gótica. Y si bien los primeros trazos no pasaban de simples esbozos sin un destino ni narrativa fija, había una constante en ellos: una mirada inquietante al colapso del sistema capitalista. Poco a poco el lápiz del dibujante se llenó de ácido y de denuncia, era un ente omnipotente que podía darse el lujo de colocar el destino del hombre murciélago a la par del sino de los más pobres del planeta.
Pronto se sumaron sobre su escritorio decenas de páginas donde la poética hecatombe del hombre murciélago se transformó en una denuncia del hombre contemporáneo y su descarnada carrera de autodestrucción. Una crítica a las asimetrías entre ricos y pobres que, asegura, se acrecientan sin control en su país.
El salto de Batman Pobre del papel a las calles de Río de Janeiro fue casi inevitable. Después de todo De Medeiros es un performer presto a experimentar y romper esquemas. Lo viene haciendo desde su juventud, desde su trabajo como diseñador y en su faceta de artista. Armado con bolsas de plástico negras de basura, De Medeiros estampó en su propia piel su creación: el Batman de Río City. Claro, jamás imaginaría que al cruzar el umbral de su puerta sería él mismo quien terminaría redimiendo con sus actos al maltratado personaje.
La idea parecía simple. Salir a las calles para documentar en clave periodística -pero cargado de humor y sarcasmo- las protestas que se levantaban en Río de Janeiro. Era marzo y a los monopolios informativos de Brasil no les interesaba enfocar a fondo lo que comenzaba a cocerse en las calles. Y lo que se cocinaba era un creciente descontento ciudadano ante el derroche de dinero estatal en la organización de la Copa Confederaciones. El coloso Maracana estaba rodeado de manifestantes. Y allí se apareció Batman el 22 de marzo. Lucía una rala barba blanquesina, unos shorts ajustados y en el pecho el escudo del hombre alado estampado con marcador negro. Colgaba allí en una cadenita la imagen de la esclava Anastacia. Sobresalían la capa, la máscara y esa especie de cuernos artesanalmente creados a partir de bolsas de plástico de basura.
Imposible pasar inadvertido, no captar las miradas. Los movilizados espontáneamente se acercaban a él y respondían sus preguntas, primero con recelo y luego como una descarga eléctrica. Tenían mucho que decir; se desahogaban y celebraban con aplausos la presencia de este extraño ser. Un par de horas después comenzaron a llover los gases lacrimógenos, los palazos policiales, los arrestos. Y fue entonces que las vidas de Carlos De Medeiros y su personaje se fundieron y tomaron un nuevo rumbo.
Imposible pasar inadvertido, no captar las miradas. Los movilizados espontáneamente se acercaban a él y respondían sus preguntas, primero con recelo y luego como una descarga eléctrica. Tenían mucho que decir; se desahogaban y celebraban con aplausos la presencia de este extraño ser. Un par de horas después comenzaron a llover los gases lacrimógenos, los palazos policiales, los arrestos. Y fue entonces que las vidas de Carlos De Medeiros y su personaje se fundieron y tomaron un nuevo rumbo.
#NaoVaiTerCopa
Para julio de 2014 las principales ciudades brasileñas estaban convulsionadas. La arquitectura de las movilizaciones de Occupy Wall Street, 15M, #YoSoy132 se había instalado bajo el paraguas #VemPraRua. Las revueltas iniciadas por el Movimento Passe Livre ante el alza de las tarifas del transporte público siguió activando y aglutinando otras demandas ciudadanas y colectivos como Defesa Pública da Alegria, Frente de Luta por Moradia y el Movimiento dos Trabalhadores Sem Teto. De todos, destacó el movimiento midialivrista (por medios libres) Midia Ninja que, impulsado por jóvenes armados con celulares, transmitieron en vivo todas las movilizaciones. Durante las emisiones en vivo una figura destacaba entre la multitud: el Batman de las bolsas de plástico.
Para entonces De Medeiros había abandonado la videograbadora, ya no quería ser un ente ajeno a las manifestaciones sino ser parte de ellas. Consiente del poder simbólico de su personaje, Batman Pobre alimentaba el imaginario colectivo de las protestas con su presencia. Pero no era el único. A la par de los manifestantes marchaba un médico luciendo el traje de Batman. Pero en nada se asemejaba al personaje reinventado por De Medeiros sino que era una copia fiel del protagonista hollywoodense: con capa y disfraz de marca y gallarda figura. Nada que ver con la precariedad que cubría el cuerpo de De Medeiros (mira aquí el encuentro de ambos). Poco a poco la gente comenzó a diferenciarlos y Batman Pobre se convirtió en un símbolo de las protestas callejeras, una imagen esperada en cualquier manifestación en Río de Janeiro. Y, claro, presente en las movidas ciudadanas en contra del mundial de la FIFA.
“Batman Pobre ya no es mío; la gente se ha apropiado de él. Les ayuda a inyectar felicidad a sus protestas. Nuestras causas de lucha son serias, pero no hay razón para no protestar con alegría”, dice De Medeiros mientras sostiene un fusil hecho de cartón con el que intenta burlarse de las fuerzas policiales que han salido con todo para evitar y reprimir las protestas anti FIFA.
Imagen captada por Wara Vargas, en una de las más recientes manifestaciones en Río de Janeiro |
“No estamos en las calles protestando contra el fútbol. Nuestra movilización es ante el absurdo gasto en estadios mientras los sistemas de salud y educación están en la precariedad. No somos ovejas para seguir la moda del mundial. Los que están en casa bajo el embrujo de la Tv están perdiendo el tren de la historia”, dice.
Difícil saber dónde ese tren llevará a Batman Pobre, difícil saber si este personaje sobrevivirá cuando las aguas se apacigüen. Lo único evidente es que ese personaje-piltrafa que nació en el papel hoy ha sido redimido en las calles de Río de Janeiro. Y claro, la seguridad de que el desorden en la humilde habitación de De Medeiros amenaza con incrementarse a la par que los recuerdos que pueblan su vida.
Difícil saber dónde ese tren llevará a Batman Pobre, difícil saber si este personaje sobrevivirá cuando las aguas se apacigüen. Lo único evidente es que ese personaje-piltrafa que nació en el papel hoy ha sido redimido en las calles de Río de Janeiro. Y claro, la seguridad de que el desorden en la humilde habitación de De Medeiros amenaza con incrementarse a la par que los recuerdos que pueblan su vida.
"Juntos e misturados" así se habla aquí en Rio City, aquí en Brasil. Hay que tener esperanza sin perder la acción.
ResponderEliminar¡Salud ! <3