No existe en la historia de la humanidad un pueblo que haya sufrido más que el pueblo judío. Esclavos de los egipcios, conquistados por los romanos, sometidos por musulmanas y cristianos por igual, un hilo de desprecio e injusticia cruza su historia. Más aún, el estigma de ser los asesinos del hijo de Dios ha provocado abominables crímenes en contra del pueblo judío a lo largo de los últimos 2.000 años. En 1300, por ejemplo, comunidades enteras de judíos fueron aniquiladas a lo largo de Europa. Se los acusaba de ser causantes de la peste que asolaba el continente.
El odio al distinto, el miedo al “otro” nos identifica como humanos. Bien lo resumía Sartre en el caso de los judíos: “Si no existieran los antisemitas se encargarían de inventarlos”. Fue ese odio que en los años 30 causó la unificación de Alemania en torno al discurso antisemita de Hitler. Que los judíos se roban la plata de Alemania, que viven de la usura, que había que salvar la patria de esa lacra... Fue así que un pueblo que se hallaba derrotado y totalmente dividido por las luchas intestinas se unió para erigir un “enemigo” común para combatir, el judío. No habrá obra de historiográfica que logre narrar a cabalidad las atrocidades a la que fue sometido el pueblo hebreo durante esos años.
Errantes por siglos, fue recién en 1948 que los judíos lograron sentar raíces y fundar el Estado de Israel, pero lo hicieron en un territorio rodeado de enemigos que, si no fuera por el poderío estadounidense, sería destrozado sin chistar.
Sí, si de algo sabe el pueblo judío es de sufrimiento, persecución e injusticias. Y es precisamente por eso que resulta inexplicable que hoy el pueblo israelí se alinee del lado más tenebroso de la historia contemporánea.
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Lo desolador de la actitud judía es que nos pinta un panorama sombrío de la humanidad. Porque si el pueblo israelí, que tanto ha sufrido en la historia, es capaz de replicar en “el otro” las mismas atrocidades que sufrió en carne propia entonces no hay esperanza. Porque entonces ¿a qué pueblo podríamos recurrir pidiendo el respeto por la vida si aquel que más ha sufrido en su piel por la maldad humana no duda en usarla en contra la piel del “otro”?
El hombre es el lobo del hombre y así las cosas estamos condenados a repetir la historia una y otra vez hasta que terminemos por devorar el último vestigio de humanidad del planeta.
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