Publicado en Tendencias de La Razón
Es imposible ingresar a la sala donde se alzan las nueve pinturas en gran formato de la serie Sin Tierra y no sentirse intimidado, incomodo, acosado. Decenas de figuras humanas parecen prontas a atacar con sus palos al observador. Algunos se muestran con el rostro desencajado por los gritos, otros mantienen las caras escondidas (¿Ocultan oscuros intereses?).
Y, así, las sensaciones se disparan al recorrer la exposición Movimientos, de la artista eslovena-boliviana Ejti Stih, que se exhibe en el Museo Nacional de Arte. Asimismo, alzan vuelo las interpretaciones ante cada pieza de arte donde se muestra congelada una parte de la historia política y social reciente del país. En especial, los visitantes reaccionan ante la serie Sombreros, donde el protagonista es nada menos que el presidente Evo Morales.
Evo minero, Evo campesino, Evo doctor honoris causa... Son nueve retratos donde el Primer Mandatario luce aquellas indumentarias que normalmente recibe como regalo en sus visitas oficiales a poblaciones e instituciones del país y del exterior.
“Me parece una muestra interesante, especialmente el cuestionamientos a cómo Morales tiene la virtud de cambiar, como un camaleón, de identidad. Le caen bien casi todos los sombreros”, escribió Franco Chávez en el libro destinado a los comentarios de la muestra.
Otra es la mirada de Pamela López. “Aunque no sé mucho de arte, me parece que (Ejti Stih) nos muestra nuestra verdadera realidad y diversidad cultural. Evo Morales se ve genial con esos sombreros”.
La diversidad en los comentarios no sorprenden a Édgar Arandia, director del Museo Nacional de Arte. El también artista plástico sonríe ante los distintos puntos de vista que surgen de los visitantes ante el trabajo de la pintora. “Eso es lo bello del arte, es polisémico y, por lo tanto, tiene muchos significados para distintas personas. Algunos han pensado que era una exposición contra Evo, otros que era a favor. Y otros tienen una percepción de que sólo lo querían caricaturizar”.
Arandia no tarda en lanzar su propia interpretación. “No es que esté plasmado en la pintura un Evo minero. Es, en realidad, yo soy minero, yo soy de Chapare, yo soy tarabuqueño. Es como si Evo Morales tomara nuestra identidad y se volviera nosotros. Yo, por ejemplo, soy académico y me identifico con la obra donde el Presidente viste el birrete de un acto académico. Claro, faltan sombreros en la muestra (...); uno para periodistas, por ejemplo”, bromea el destacado pintor.
Para realizar esta serie, Stih rescató documentos, periódicos y fotografías sobre las visitas realizadas por Evo Morales a distintos acontecimientos públicos. “Como pocas autoridades, este Presidente recorrió las comunidades de todo el país. Lo interesante es que allí donde llega le regalan algo representativo del pueblo. Observé que lo que más recibe Morales son sombreros. Y que cuando se los coloca asume la identidad del lugar que visita, es una imagen viva y no fingida como la que delata cualquier otra persona de traje y corbata”, explicó la artista eslovena.
Con todo, Arandia asegura que han sido pocos los presidentes en la historia de Bolivia que han logrado tanta atención desde las artes. “Sólo un Presidente en Bolivia tuvo tanta representación iconográfica como Evo Morales, fue Simón Bolívar. Le siguieron Mariano Melgarejo y Antonio José de Sucre. Personalmente, de Evo Morales debo conocer unos 100 retratos de artistas nacionales y extranjeros”, asegura.
Arandia cuestiona el hecho de que el proceso de cambio actual, sus alcances y reacciones no reciben esta misma atención por parte de los artistas bolivianos en especial de los creadores paceños.
“En La Paz no hay este fenómeno. Los pintores son más retraídos y pasivos sobre lo que está ocurriendo en el país. Siguen evadiéndose de la realidad que les compete a ellos y así se están perdiendo de documentar esta época”.
“Durante la Revolución del 1952, los artistas fueron parte del proceso. Cantaban, pintaban y escribían lo que hacía el régimen. Los más indiferentes y autosuficientes, sin embargo, son los escritores. Hay hasta cobardía para apostar a un cambio político del país”, lamenta.
Es imposible ingresar a la sala donde se alzan las nueve pinturas en gran formato de la serie Sin Tierra y no sentirse intimidado, incomodo, acosado. Decenas de figuras humanas parecen prontas a atacar con sus palos al observador. Algunos se muestran con el rostro desencajado por los gritos, otros mantienen las caras escondidas (¿Ocultan oscuros intereses?).
Y, así, las sensaciones se disparan al recorrer la exposición Movimientos, de la artista eslovena-boliviana Ejti Stih, que se exhibe en el Museo Nacional de Arte. Asimismo, alzan vuelo las interpretaciones ante cada pieza de arte donde se muestra congelada una parte de la historia política y social reciente del país. En especial, los visitantes reaccionan ante la serie Sombreros, donde el protagonista es nada menos que el presidente Evo Morales.
Evo minero, Evo campesino, Evo doctor honoris causa... Son nueve retratos donde el Primer Mandatario luce aquellas indumentarias que normalmente recibe como regalo en sus visitas oficiales a poblaciones e instituciones del país y del exterior.
“Me parece una muestra interesante, especialmente el cuestionamientos a cómo Morales tiene la virtud de cambiar, como un camaleón, de identidad. Le caen bien casi todos los sombreros”, escribió Franco Chávez en el libro destinado a los comentarios de la muestra.
Otra es la mirada de Pamela López. “Aunque no sé mucho de arte, me parece que (Ejti Stih) nos muestra nuestra verdadera realidad y diversidad cultural. Evo Morales se ve genial con esos sombreros”.
La diversidad en los comentarios no sorprenden a Édgar Arandia, director del Museo Nacional de Arte. El también artista plástico sonríe ante los distintos puntos de vista que surgen de los visitantes ante el trabajo de la pintora. “Eso es lo bello del arte, es polisémico y, por lo tanto, tiene muchos significados para distintas personas. Algunos han pensado que era una exposición contra Evo, otros que era a favor. Y otros tienen una percepción de que sólo lo querían caricaturizar”.
Arandia no tarda en lanzar su propia interpretación. “No es que esté plasmado en la pintura un Evo minero. Es, en realidad, yo soy minero, yo soy de Chapare, yo soy tarabuqueño. Es como si Evo Morales tomara nuestra identidad y se volviera nosotros. Yo, por ejemplo, soy académico y me identifico con la obra donde el Presidente viste el birrete de un acto académico. Claro, faltan sombreros en la muestra (...); uno para periodistas, por ejemplo”, bromea el destacado pintor.
Para realizar esta serie, Stih rescató documentos, periódicos y fotografías sobre las visitas realizadas por Evo Morales a distintos acontecimientos públicos. “Como pocas autoridades, este Presidente recorrió las comunidades de todo el país. Lo interesante es que allí donde llega le regalan algo representativo del pueblo. Observé que lo que más recibe Morales son sombreros. Y que cuando se los coloca asume la identidad del lugar que visita, es una imagen viva y no fingida como la que delata cualquier otra persona de traje y corbata”, explicó la artista eslovena.
Con todo, Arandia asegura que han sido pocos los presidentes en la historia de Bolivia que han logrado tanta atención desde las artes. “Sólo un Presidente en Bolivia tuvo tanta representación iconográfica como Evo Morales, fue Simón Bolívar. Le siguieron Mariano Melgarejo y Antonio José de Sucre. Personalmente, de Evo Morales debo conocer unos 100 retratos de artistas nacionales y extranjeros”, asegura.
Arandia cuestiona el hecho de que el proceso de cambio actual, sus alcances y reacciones no reciben esta misma atención por parte de los artistas bolivianos en especial de los creadores paceños.
“En La Paz no hay este fenómeno. Los pintores son más retraídos y pasivos sobre lo que está ocurriendo en el país. Siguen evadiéndose de la realidad que les compete a ellos y así se están perdiendo de documentar esta época”.
“Durante la Revolución del 1952, los artistas fueron parte del proceso. Cantaban, pintaban y escribían lo que hacía el régimen. Los más indiferentes y autosuficientes, sin embargo, son los escritores. Hay hasta cobardía para apostar a un cambio político del país”, lamenta.
Ejti Stih utiliza el lienzo y el pincel como si de una periodista experimentada se tratara. A través de estos instrumentos, ningún acontecimiento de importancia que afecta la vida política y social del país deja de ser plasmado. Y así lo demuestra en la primera sala donde se exhiben sus trabajos, todos ellos realizados el año pasado. Allí están, por ejemplo, las obras Muerte y Miedo. Ambas pinturas tienen por inspiración el supuesto caso de terrorismo —que habría sido impulsado por Eduardo Rósza— y que conmocionó a toda la sociedad cruceña.
“Soy de las que no pinta sentimientos íntimos, sino que trata de recoger lo que la gente está sintiendo”. Las obras “no son un punto de vista o un panfleto político, sino un reflejo de lo que está cambiando”, manifiesta Ejti Stih.
“Soy de las que no pinta sentimientos íntimos, sino que trata de recoger lo que la gente está sintiendo”. Las obras “no son un punto de vista o un panfleto político, sino un reflejo de lo que está cambiando”, manifiesta Ejti Stih.
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