domingo, abril 6

AGUA QUE ASESINA

El fenómeno de La Niña deja muerte y destrucción en el departamento del Beni.

Javier Badani
Publicado en La Razón

Marcela Noza se siente afortunada. Ayer, los despojos de una res muerta por inanición le sirvieron para alimentar a sus siete hijos. “Mañana no sé qué comeremos”, masculla con desgano esta mujer, que junto a una decena de comunarios de Los Puentes perdieron sus viviendas y sus sembradíos por el desborde del río Mamoré. Ahora, todos ellos improvisaron refugios en el único kilómetro seco que queda de la carretera que conecta a Trinidad con la población de San Ignacio de Moxos, en Beni.
“Somos afortunados, hay varias familias que están en la comunidad viviendo en los árboles y rodeados de agua”, complementa doña Agustina, mientras intenta acomodar el cotencio que será su techo hasta que las aguas bajen en su hogar, algo que podría suceder en un par de meses, cuando la lluvia cese. Ese es el drama que se evidencia a tan sólo 12 kilómetros de la capital beniana (Trinidad), que también está amenazada por la rápida crecida de las aguas.

El desastre también golpea a los ganaderos. En la estancia Los Álamos (a 12 kilómetros de Trinidad) la vida de 250 reses se halla amenazada por la crecida de los ríos.
Con la voz quebrantada, las manos de Luis Alvarado señalan los 200 kilómetros de campo de pastoreo que alimentaban a sus 1.000 cabezas de ganado, a 18 kilómetros de la capital, en la provincia Moxos. Hoy, esas tierras están cubiertas por dos metros de agua, 30 centímetros más que el nivel registrado el 2007.
En el interior de los refugios en Trinidad
que tienen por techo hules, el calor es insoportable. ´En el día uno tiene que tratar de estar fuera de la carpa porque no se puede estar más de 30 minutos adentro. Y cuando uno sale, el sol quema los huesos´, se quejó Juana Reyes.
La hacinación de los damnificados se complica con la presencia de los animales domésticos que los afectados han salvado. Patos, cerdos y gallinas se disputan el reducido espacio de los refugios con las personas y los catres que sirven de comedor.


´Todo podemos aguantar..., menos el hambre´. La voz de Álex Mauma, que vive junto a su familia en una especie de isla creada en la carretera a San Ignacio por la inundación, estremece. ´Lo que nos traen las autoridades no abastece´, asegura Mauma, minutos antes de salir en su canoa tras la búsqueda de los despojos de alguna res muerta.

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