miércoles, marzo 12

LOS DEFECTOS TAMBIÉN ENAMORAN

Filosofar en torno al amor se ha vuelto chick. Las redes sociales están plagadas de “10 consejos para ponerla a tus pies”, “Aprende qué les gusta a los hombres a la hora de la conquista”, “Los cinco secretos para mantener el amor encendido” y demás pajas germinadas desde la escuela Cosmopolitan. Lo peor del asunto no es que le robemos minutos de nuestra existencia para la lectura de tales elucubraciones. Lo grave es que las compartamos sin chistar, validando de esta manera la falaz idea de que, tras siglos de búsqueda, al fin un grupo de iluminados han develado las fórmulas para el "y vivieron felices para siempre". Chistoso, ¿no?, porque la realidad es que no sabemos ni mierda sobre el amor y sus secretos. Ni los avances más grandes de las ciencias nos garantizan la felicidad en la vida de pareja. 


Claro, todxs somos muy expertos a la hora de lanzar consejos y dar recetas a los demás; pero cuando nos toca resolver los acertijos amatorios en casa andamos a tientas, perdidos en esa penumbra que son los sentimientos del ser humano. ¡Y entonces no hurgamos el cel en busca de los los links que alguna vez compartimos!

Ayer escuché la mentada frase-muletilla: “Tarde o temprano te vas a arrepentir de haberlx dejado; tan buena persona que es”. Lo oí y sentí pena por quien lo dijo porque significa que en su esquema personal de valores el "ser una buena persona" es razón suficiente para mantener una relación de pareja, sin importar nada más. Como si fuera un valor absoluto que puede camuflar cualquier deficiencia posible. Hasta me imaginé a esta Julieta susurrando al oído de su Romeo: “Te amo tanto, tanto, tanto porque eres taaan buen tipo”. Osea, pobre Romeo; sin mayor gracia el pobre que el ser… “buena gente”. 

Es simplista y patético sostener que porque mi pareja es tan Teresa de Calcuta yo estoy obligado a amarla per se. Primero porque el hecho de calificar de buena o mala a una persona cae en el terreno de las subjetividades. Segundo porque, seamos sincerxs, en el mundo real nadie se enamora de otra persona sólo por el hecho de que sea buenitx. Las variables que tocan el hecho amatorio son mucho más complejas y van mucho más allá de medir a tu pareja por su capacidad de dar una limosna, lavar los platos el finde o ir a misa los domingos. ¿Dónde queda entonces la química de los cuerpos, la urgencia por rozar la piel; la empatía espiritual, la provocación intelectual que requieres para crecer o las eternas batallas de baja intensidad ante manías de la pareja que sabemos irremediables? Eso y mil cosas más –incluido ser una buena persona- forman un todo, un tejido que nos entrelaza al otro y que cuando merman y se desgastan comienzan a deshilachar la relación. Claro, nos gusta engañarnos para mantenernos en nuestra área de confort y así, cuando la relación va en picada, decidimos aferrarnos a “la buena tipa que es” o a “lo buen padre que es” para mantener un lazo que, en realidad, se ha perdido.

Y eso me lleva al mentado “no lo dejo porque es buena gente”, frase-muletilla también con la que miles de matrimonios mantienen ataduras. No importa lo infeliz que uno sea o que haga a la pareja, las normas sociales te obligan a mantener en pie las sagradas estructuras del matrimonio. 

Somos más que "buenas gentes", tenemos un lado oscuro que, precisamente, surge dentro de la confianza de la vida en pareja. Nuestros "defectos" son de distintas intensidades y hay algunos que también enamoran. 

Sí, los defectos también enamoran.


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