Poner un "Me gusta" a una publicación en Facebook que demanda acción en contra de un acto de injusticia es un acto estéril, ¿verdad? ¿Sí? ¿Será que tanto click no es más que una faena intrascendente? Veamos. Se critica la "banalización" del activismo desde las redes sociales. Se apunta, entre otros, a lo sencillo que resulta para una persona sumarse a una causa desde la comodidad de su ordenador, pero la falta de compromiso para pasar del clic a la acción. Por ejemplo, sumándose a una movilización en las calles. Se apunta, en esa línea, a que si 500 personas aseguran con un clic su asistencia a una movida impulsada desde Facebook, lo más seguro es que sólo asistirán unas 10.
Pero estancarse en este análisis para encasillar como “inocuo” al activismo desde las redes sociales es caer en la misma superficialidad que se pretende criticar. ¿Será que si esa movida surgiera desde un medio de comunicación tradicional cambiaría mucho la situación?
Resulta que ese clic que tanto se ningunea, sumado al clic de otrxs, genera una corriente de opinión que, al final, es más comprometida que aquella que se construye a partir de la información pública emanada desde los medios tradicionales de comunicación. Y, como sabemos, el poder concentrado de opiniones puede constituirse en un factor de presión para modificar conductas.
Me explico. Las redes sociales son un vehículo de comunicación y, como tal, un caldo de cultivo ideal para la germinación de opinión pública, que se forja a través del análisis de las ideas y los argumentos expuestos en la arena pública.
Y es a partir de la generación de opinión pública que se puede impulsar cambios en nuestro entorno. La sola publicación en un medio de comunicación tradicional de una noticia sobre un hecho de corrupción, por ejemplo, no gatillará por sí sola la investigación del caso o la destitución de la persona acusada. Es a partir de que la denuncia de infracción se lanza a la esfera pública y provoca rechazo ciudadano que –en la gran mayoría de los casos- se genera algún tipo de reacción.
Pero resulta que la corriente de opinión generada desde los medios de comunicación tradicionales no deja de ser atomizada, no genera nexos entre símiles, ni comunidad para crear acciones conjuntas. Peor aún, desde los medios tradicionales no se abre ninguna posibilidad para que el ciudadano interpele de forma directa a los poderes públicos.
Veamos específicamente
el caso del candidato del MAS Ciro Zabala y su inoportuna declaración sobre que
las mujeres deben ser educadas para no ser violentadas por los hombres. Miles
de personas vieron la noticia por las cadenas de televisión y otras tantas la
escucharon desde las ondas radiales. Muchxs se indignaron, pero ¿cuántxs apagaron
la tele o la radio y salieron a las calles a protestar? Tras la difusión de la noticia
en los medios, ¿acaso se llenaron de pancartas las calles pidiendo la renuncia
de este candidato? Claro que no. Porque como suele ocurrir en estos casos, la
indignación generada por una hecho como el de Zabala se cuece en el entorno más
intimo del ciudadano: dentro de su casa, en su trabajo, con los amigos...
Ni la televisión ni la radio generan per se esa acción directa que tanto se reclama que suceda desde las redes sociales. Y peor aún, los medios tradicionales no cuentan con canales que permitan que ese ciudadano que argumenta su rechazo ante un hecho dentro de su entorno íntimo pueda ser escuchado en la esfera pública por otras personas.
Ni la televisión ni la radio generan per se esa acción directa que tanto se reclama que suceda desde las redes sociales. Y peor aún, los medios tradicionales no cuentan con canales que permitan que ese ciudadano que argumenta su rechazo ante un hecho dentro de su entorno íntimo pueda ser escuchado en la esfera pública por otras personas.
Por su puesto que a
partir de las notas periodísticas de los medios tradicionales se generó una
corriente de opinión en torno a las palabras de Zabala, pero esta fue impulsada
desde los micrófonos por actores políticos más que por activistas que día a día
enfrentan estas temáticas y menos por el ciudadano “común”. Es más, la noticia se quedó en la simple anécdota de nuestra farándula política y no se aprovechó esta situación para, desde los medios tradicionales, indagar en las causas que provocan la violencia hacia las mujeres.
Si no hubiera sido
por la existencia de las redes sociales, muchos de los ricos análisis y
opiniones que fueron compartidos desde distintas cuentas jamás se hubieran
conocido. Por ejemplo por Ariel, el adolescente de El Alto que me aseguró un día después de la movida en redes que fue gracias a un post compartido en Facebook entendió que piropear a
una mujer también es una forma de ejercer violencia sobre ella. Eso, en la fugacidad
que mueve a los medios tradicionales, no hubiera sido posible.
¿Qué pasó en
internet? Tras surgir la noticia, activistas por los derechos de la mujer
comenzaron a organizarse a través de mensajes en Facebook. En cuestión de
minutos se armaron cadenas privadas y pronto surgió la movida #ZabalaFueraDeLasListas
que se lanzó la mañana siguiente desde distintas cuentas personales e
institucionales en Facebook y Twitter. Surgieron mensajes, memes e incluso fotografías
de ciudadanos que se tomaron el tiempo de sacarse una foto sosteniendo carteles
con el hashtag #ZabalaFueraDeLasListas. Debates en distintos muros con
posiciones a favor y en contra del candidato oficialista también marcaron la
intensa jornada.
Pero no solo eso. Se compartieron artículos, videos y memes sobre un sin fin de datos sobre las violencias que sufren las mujeres en el cotidiano. Los “Me gusta”, retweets y post compartidos se multiplicaron y no sólo de la mano de activistas, sino también desde ciudadanos que en muy pocas ocasiones suelen sumarse a movidas desde sus cuentas. Y aquellos que intentaron corromper la movida con ácido politiquero fueron censurados, como sucedió en el grupo de La Pública. Hasta miembros influyentes del oficialismo utilizaron sus redes para reprochar las palabras de Zabala, aunque no lo hicieron de forma directa. Algunos se enfrascaron en debates en Twitter intentando justificar las palabras del candidato Zabala. Fue tal la actividad, que medios tradicionales como El Deber y La Razón reaccionaron esa misma tarde informando sobre la movida digital.
Pero no solo eso. Se compartieron artículos, videos y memes sobre un sin fin de datos sobre las violencias que sufren las mujeres en el cotidiano. Los “Me gusta”, retweets y post compartidos se multiplicaron y no sólo de la mano de activistas, sino también desde ciudadanos que en muy pocas ocasiones suelen sumarse a movidas desde sus cuentas. Y aquellos que intentaron corromper la movida con ácido politiquero fueron censurados, como sucedió en el grupo de La Pública. Hasta miembros influyentes del oficialismo utilizaron sus redes para reprochar las palabras de Zabala, aunque no lo hicieron de forma directa. Algunos se enfrascaron en debates en Twitter intentando justificar las palabras del candidato Zabala. Fue tal la actividad, que medios tradicionales como El Deber y La Razón reaccionaron esa misma tarde informando sobre la movida digital.
Al día siguiente
Zabala dio la cara. Y lo interesante de su crítica a los pedidos de su renuncia
fue que no disparó en contra de alguna una movida oscura desde los medios de
comunicación. Zabala apuntó directamente a internet señalando que se trataba de una guerra sucia "de" las redes sociales. Sí, apuntó a Facebook y Twitter; no a
Unitel, Erbol o Página Siete. Esta sola declaración significa un quiebre, consolida
a las redes sociales como un actor importante en la esfera de la opinión
pública y abre un sin número de posibles análisis sobre el fenómeno de internet
en Bolivia.
Obviamente que hay
bemoles en este análisis pues no se logró que Zabala fuera alejado de la
candidatura ni tampoco se puede decir que fueron miles los que se manifestaron en las redes sociales
en contra de la actitud de Zabala. Pero a través de las decenas que sí lo
hicieron podemos tener una pauta del potencial de las redes sociales como
generadores de corriente de opinión y de canalizadores de información.
Otra evidencia que
deja la movida #ZabalaFueraDeLasListas es que los políticos y sus asesores
comienzan a estar muy atentos a lo que se mueve en internet. Porque saben que a
diferencia de los medios de comunicación tradicionales –donde no existe una
posibilidad de participación directa del ciudadano- en las redes sociales la gente
expresa su opinión directamente: ya con un “Me gusta”, compartiendo un post,
retuiteando o dejando conocer su voz en un párrafo.
Incluso el silencio
de “figuras” dentro de las redes sociales en Bolivia –buscando no “quemarse”
ante sus seguidores oficialistas u opositores- dejó establecido lo mucho que se puede decir dentro de las comunidades de las redes cuando se guarda silencio.
Se podrá discutir el
alcance real del activismo en las redes sociales a partir de la escaza cobertura
de internet en Bolivia. Pero nadie podría hoy poner en duda que en un mediano
plazo serán las plataformas sociales donde se librarán las luchas por el
dominio de la opinión pública.
Dentro del MAS ya
se ha tomado conciencia del tema. Y es por ello que en estas elecciones el
partido de gobierno lleva la delantera en presencia en las redes sociales, con
distintas movidas digitales como la #OlaAzul.
Las redes sociales son,
sobretodo, un vehículo de comunicación: ya con nuestros amigos, ya con nuestros
familiares ya con los grupos virtuales a las que nos sumamos. Qué mejor lugar
para empezar a construir un mundo posible, ya compartiendo información que nos ayude
a ser mejores ciudadanxs o nos alerte sobre las vulneraciones a los derechos
fundamentales que muchas veces cometemos sin comprenderlo a cabalidad.
Comencemos hoy haciendo un clic, quizás el más poderoso acto político en esta
era digital.
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