lunes, agosto 2

LILIANA COLANZI RECALA EN EL RELATO

La cruceña Liliana Colanzi presentó la anterior semana en La Paz su primer libro de cuentos, Vacaciones permanentes. A continuación la entrevista completa realizada para Tendencias.

Incursionas con Vacaciones permanentes en el cuento. ¿Qué te llevó a este género?
Del cuento me gusta el desafío de contar historias y transmitir emociones en la menor cantidad de palabras. El cuento tiene un ritmo y una respiración distintas a las de la novela: se necesita una mayor precisión y economía. En un cuento no se puede desperdiciar una sola palabra; cada escena debe estar al servicio de la historia, cada línea tiene que sentirse como un latigazo. En ese sentido, he aprendido de autores como Junot Díaz, Denis Johnson, Hemingway, Salinger, Natalia Ginzburg (esta última autora de novelas breves).
Te desempeñaste como periodista por mucho tiempo, ¿En cuál universo te sientes más cómoda, en el de la crónica periodística o en la literatura?
Cada género me da algo distinto. La ficción me obliga a explorar dentro de mí misma, a enfrentarme con mis propios fantasmas. La crónica periodística me saca del autismo y me obliga a envolverme en la vida de los otros. También creo que, bien tratada, la crónica puede ser una forma de alta literatura. La crónica que me interesa es precisamente la que se lee como un cuento, la que utiliza todas las técnicas de la ficción para contar una historia verdadera, la que se preocupa por la forma, la cadencia, la tensión de la narración. Leila Guerriero y Gabriela Wiener son excelentes ejemplos de autoras que no necesitan escribir cuentos para hacer literatura. Vacaciones permanentes traza su comienzo en 1997 ¿Es intencional el uso de esta fecha?
Escogí arrancar en 1997 porque ese año sucedieron hechos simbólicos de todo tipo en el país: reelegimos a un ex dictador por la vía democrática, exhumaron los restos del Che Guevara, llegaron las McDonald’s en medio de la euforia general … El modelo neoliberal estaba a punto de resquebrajarse, pero la vieja guardia se resistía a reconocer los cambios sociales que estaban ocurriendo. La confusión de fin de milenio es el telón de fondo del primer cuento, que trata de la crisis de una chica de dieciséis años que es incapaz de conectar con el mundo que la rodea. En cuanto a la importancia de los 90, los que crecimos durante esa década no estuvimos unidos por una causa común; de ahí que existe un sentido de la individualidad más marcado que en anteriores generaciones.
Otro tema recurrente es el de los conflictos familiares. ¿Por qué ese interés?
Porque es en la familia donde se fermentan los odios y los amores más intensos, y donde suelen ocurrir las cosas más terribles. Cada familia tiene un cadáver en el clóset.
En el libro se muestra una mirada desencantada de la juventud hacia su entorno y a su realidad. ¿Sientes que esto se refleja entre los jóvenes del país?
Sería imposible hablar por todos los jóvenes del país, pero sí me parece que la excesiva politización del país produjo una especie de asfixia entre algunos jóvenes que querían dedicarse a otra cosa, y quizás esto haya ocasionado cierta actitud escéptica o apática.
¿Se siente parte de la corriente de jóvenes escritores que busca alejarse de la ruta literaria trazada por los escritores del boom?
No siento en absoluto que tenga que escribir “en contra” o “a favor” del boom o de ninguna otra corriente literaria. No se puede negar la importancia y la influencia de los autores del boom, pero no creo que me representen. Me siento más cercana a la prosa y la sensibilidad de algunos autores norteamericanos contemporáneos que a los autores del boom.
¿Cómo ve la escena literaria boliviana contemporánea?
Muy variada, vital, receptiva a las exploraciones formales y temáticas, más despojada de compromisos, trabas y tabúes. Existe, por fin, la conciencia de que no hay una forma única de escritura, de que el espacio está abierto para los autores realistas, fantásticos, de horror, de aventura, costumbristas… El hecho de que haya por lo menos cinco autores bolivianos publicando en el exterior (Giovanna Rivero, Rodrigo Hasbún, Edmundo Paz Soldán, Maximiliano Barrientos, Wilmer Urrelo) es un síntoma del gran momento por el que atraviesa la literatura boliviana.
Conductas erráticas despertó cierto debate en algunos ámbitos periodísticos del país. ¿Qué opinas de este hecho?
El debate siempre es positivo, porque otorga visibilidad a ciertos temas de los que quizás no se hablaba antes. En el caso de la antología Conductas erráticas, generó una discusión sobre los alcances de la no-ficción y sobre si un escritor podía o debía inmiscuirse en el periodismo. Como ya lo he mencionado, considero que la literatura y el periodismo no son géneros antagónicos y que se alimentan mutuamente. El debate era necesario y Conductas erráticas puso por primera vez el tema de la no-ficción sobre la mesa.
¿Se está explotando el periodismo literario en Bolivia?
La recién nacida revista Pie Izquierdo es un ejemplo del esfuerzo que se está haciendo por otorgarle otra dimensión al periodismo boliviano. También sé que se está gestando una antología de crónicas periodísticas editada por Fernando Barrientos.
¿Tu último grato descubrimiento literario?
Wells Tower, autor de Todo arrasado, todo quemado. Se trata de un gran libro de cuentos que, en los Estados Unidos, ha causado tanto o más impacto que las mejores novelas publicadas en los últimos años. Muestra de manera contundente la vitalidad del género, a veces tan poco apreciado en Latinoamérica.

1 comentario:

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