Detesto los dibujos animados. Y por algún extraño motivo que aún no puedo explicar, de cuando en cuando las conversaciones de mis amigos terminan en un latoso recorrido por los mundos de esos engendros que dominaron las pantallas de Tv en nuestra niñez.
Que Los Fruitis, que Marco, que Thundercats... Y para rematar, no falta el (o la) desgra que comienza a canturrear la canción de alguna de estas series.
En fin, la cuestión es que esta semana tuve que bancarme una película animada. No me quedó otra alternativa. Y créanme que intenté evadir el compromiso. Pero finalmente no pude fallar a mis dos hijas, que movieron cielo y tierra para ver Megamente (Dreamworks/2010).
Ni bien me senté en la butaca vislumbré mi destino próximo: pasar 90 minutos de infierno visual, acorralado por decenas de diminutos seres escandalosos que, armados de envases de pipocas y de refrescos más grandes que ellos, poblaban la sala de cine.
Y como era de esperar, mi jeta se arrastraba por el suelo como un reptil pozoñoso. Pero al pasar los minutos me sorprendí al notar que, de rato en rato, muecas de sonrisa se dibujaban en mi rostro. "¡Wa!", me dije.
Y es que debo confesar que el filme de Tom McGrath me agradó. Más que nada, me sorprendió el constatar que el protagonista de la cinta era, en realidad, el malo de la película. ¿Será que estoy tan desconectado de este tipo de producciones infantiles? Pero recuerdo que una trama así era impensable hace unas décadas. El musculosointeligentesuperhéroebienhechorconpieldepotodebebé siempre terminaba salvando al mundo y, de paso, se quedaba con la chica.
En este caso, sin embargo, es el villanoescualidocalvocabezónazulconcaradepotoestreñido el que salva a Metro City, se convierte en héroe y enamora a la más bella.
Se trata, pues, de una interesante deconstrucción de las clásicas películas de superhéroes.
Megamente es en realidad un antihéroe, un ser que desde pequeño fue despreciado y que luego dedicó su vida a hacer el mal. Por circunstancias del destino y por amor, se ve obligado a asumir el rol de un paladín para derrotar a un novato villano que amenaza a la ciudad y a la chica que desea. El superhéroe, Metro Man, había renunciado a su capa, a sus poderes y a seguir luchando "por el bien". En realidad, se aburrió de ser siempre el bueno, de ser el modelo a seguir.
Megamente no es una gran película, pero cuenta con los toques necesarios de humor (creo más pénsados para los adultos) e ingeniosa trama que la hacen digerible y divertida.
Pero igual, detesto los dibujos animados.
Texto: J.B
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