martes, mayo 17

CON USTEDES, EL PEZCALDERÓN!

El 'pezcalderón' no es un pez cualquiera, es un pescado muy especial. Por lo menos lo es para mi hija de siete años, Natalia. La 'Peque' asumió la nada sencilla atribución de bautizar al bicho acuático, de darle una identidad para que no ande por la vida como un ente anónimo más. Lo ha llamado 'pezcalderón' y, por el momento, el escamoso vertebrado no ha presentado queja alguna. 
Me lo reveló ella mientras bajábamos a pie desde Chasquipampa hasta la 21 de Calacoto. Tenía tanto que contarme, que en toda la caminata (de unos 45 minutos) sólo me concedió tiempo para lanzarle una pregunta. 
- "Y, ¿por qué 'pezcalderón'?", le dije, envuelto en el tradicional dejo de una persona adulta que con los años ha ido perdiendo la capacidad de fantasear.
- "Es que tiene la forma de una caldera, pues, papi... Es un pez caldera, un pezcalderón", me respondió, con ese dejo maravilloso que tienen los niños que mantienen intacta su capacidad de imaginar.
Mientras hablaba, sus ojos brillaban; se asemejaban a dos agujeros negros que -estaba seguro- terminarían por engullirme. Ella siguió rememorando las palabras nuevas que había creado durante la semana. Pero yo no la escuché más. Me concentré en observar los ojos de los transeúntes que pasaban por nuestro lado: todos melancólicos, sin resplandor, casi sin vida. Llegué a casa y apresurado me miré en el espejo, tratando de encontrar en mi vista algo del centelleo de la 'Peque'. Pero el espejo me devolvió el mismo lúgrube mirar de aquellos que con los años hemos dejado de soñar como cuando éramos niños.

Gracias, Peque, por recordarme lo lindo que es fantasear...

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