martes, noviembre 15

CHILA Y SOLECA

Chila y Soleca… No, no son nombres nacidos de la ficción, aunque muchas de las historias que sus labios suelen narrar bien podrían ser merecedoras de premios literarios. Chila y Soleca son mis tías, del Beni ambas. Lamentablemente, mi antisocial esencia ha provocado que no haya disfrutado lo suficiente de su capacidad creativa. Siempre preferí, sin razón lógica, esquivar sus invitaciones; huir a sus apapachos, renegar de su presencia. Parece nomás que los chips de las familias Badani-Ruiz nunca fueron incorporados a este promontorio de carne y huesos.


Con todo, ayer mi madre me invitó a disfrutar de su famoso majadito aguachento; una delicia irresistible para cualquier mortal. Que la Eticita entre a la cocina ya es un acontecimiento universal que, por supuesto, la Chilita y la Solequita no podrían dejar de presenciar. Así que me las topé en la mesa, siempre sonrientes y prestas al chimenterío.
 

"Decíte vos que el vecino de Fernandito se metió a su casa... ¡Se metió en la mismísima cama matrimonial! Ni Fernandito ni su mujer se dieron cuenta, hasta que lo descubrieron en la madrugada, tranquilingo durmiendo en medio de ambos", lanzó Chila, mientras se iniciaba el obsceno ataque a la olla del majadito.

“Oí, pobre la mujer del Fernandito; cómo la habrá manoseado ese tipo”, apuntó Soleca.

“¡Baj!; feliz de ella, puej”.

Nada que hacer, fue un almuerzo singular y feliz que mis peques lo disfrutaron hasta el final. Y para recuperar los chimentos perdidos en estos años, mi tía Chila me propuso visitar su casa para meterle a la charla sobre los demás saboreando su locro carretero... Qué más podría yo pedir??

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