Soy un ladrón. Un queque de chocolate me condujo hoy a iniciar mi carrera delictiva. Ladrón de poca monta, me dirán. Pero ni modo, no pude evitar la tentación de coger el bendito queque que se exponía entre decenas de dulzuras en un stand del Ketal.
De forma casi automática, mi brazo derecho se dirigió a ese acaramelado universo y con velocidad cósmica arrebató el panecillo de su hogar para introducirlo raudamente en mi boca. La explosión del chocolate y la crema de leche saciaron mi paladar, por lo que no me sentí culpable del delito. Nada hasta que escuché una bocecilla inquisidora.
-¿Qué tienes en el bigote?-, soltó mi hija menor.
-Porqué-
-Tienes una mancha blanca-
-Ahhhh, ehhh; nada-
El sabor dulzón se transformó en una agridulce sensación, pero al instante desapareció. Es más, confieso que, si tengo la oportunidad, lo volveré a hacer. PD: Espero que nadie del Ketal lea este post
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