Lo inquietante seduce. Ese es el caso de las fotografías de Margaret M. de Lange. La noruega levantó polémica el 2009 con su serie Daughters, en la cual sus hijas son protagonistas. Las imágenes fueron tomadas durante una vacación familiar; sin embargo se alejan del retrato convencional. Una infancia salvaje se muestra a través del lente de Lange. Algunas de las imágenes turban a primera vista, pero, al final, terminan imponiendo su magnetismo. Ahora vuelve a escena con Rodeados de nadie, un reto intimista a la soledad.
Lange nació en Oslo en 1963. Resulta una paradoja que la artista se gane la vida como publicista y fotógrafa de interiores, siendo su mirada más apegada a lo recóndito. Así lo demuestra en sus obras realizadas todas en blanco y negro. Para Rodeados de nadie, Lange fotografió durante tres añós a amigos, familiares, vecinos y desconocidos que conoció en distintos lugares. "Esta gente es mi espejo, mi manera de mostrar esas partes de mí misma que intentan esconderse. Mis inseguridades, sueños y anhelos. Mi felicidad y dolor, mis victorias y caídas. Mi soledad. A veces nos sentimos solos, incluso cuando estamos rodeados de otras personas. Es quizás en esos momentos cuando es más difícil tratar de ocultar nuestros sentimientos", escribe la fotógrafa.
Para Lange, el hecho de fotografíar significa atreverse a "permanecer en una habitación para capturar lo que sucede cuando todo el mundo se ha ido", dice. Exige hacerse invisible; tener la facultad de no ser vista al retratar, fundirse con la escena, hacerse casi decoración cotidiana, rozar los cuerpos sin tocarlos, su gordura o delgadez, su juventud o vejez... Y no sacar conclusiones sobre los retratados. No querer embellecer o aligerar la piel solitaria o triste, sana o herida, vieja o joven, querida o abandonada; ni el gesto mecánico, banal, repetitivo y cotidiano, en casa, en el baño, en el sofá, en la cama...
Ella abraza aquello que mira. Lo asume como suyo. Y lo muestra, se lee en el Blog Eros de El País.
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