domingo, mayo 20

"SAN ANTONIO", UNA GRATA NOTICIA PARA EL CINE NACIONAL

Olmos, retratado por Página Siete
Álvaro Olmos ha ingresado al ruedo de la dirección cinematográfica con patada voladora. Su opera prima, "San Antonio", es una constatación de que Bolivia cuenta con una nueva ola de documentalistas que promete. Allí está, también, Diego Mondaca con "La Chirola", uno de los documentales bolivianos más premiados a nivel internacional en los últimos años. Y por ese sendero comienza a transitar Olmos con "San Antonio", que recién ganó un premio en Flandes. El realizador retrata la cotidianidad dentro de una de las cárceles bolivianas a partir de la narración de tres historias. Lo hace sin apasionamientos, distante y dejando que sean los propios privados de libertad quienes desnuden su humanidad. Y ese es el mayor mérito de la obra: permitir al espectador juzgar por sí mismo. Así, "San Antonio" es mucho más que un documental sobre una cárcel, disecciona a los seres que la habitan.
Es una lástima, sin embargo, lo poco que se ha promocionado este filme. El sábado sólo dos personas "poblamos" la sala de la Cinemateca. Al lado, "Los Vengadores" atraía a más de una decena. Cosas del cine, claro está.

Diferentes rutas llevan a una persona al mundo criminal. O, mejor dicho, a la "maldad". El argentino Marcelino Cereijido asegura que la maldad es abundante, polimorfa y polisémica. No se cuenta, sin embargo, “entre los grandes flagelos de la humanidad”. Cereijido analizó en un ensayo las razones biológicas y culturales que hacen que todos seamos, dadas las circunstancias, unos hijos de puta.
Circunstancias como la pobreza, que llevó al argentino Ramón a transportar droga hasta que fue capturado. Todo por 500 dólares que le ayudaran a mantener a su familia. Ramón es uno de los personajes retradados en "San Antonio", documental que se centra en la prisión cochabambina que lleva el mismo nombre. Es precisamente este reo quien nos regala las miradas más potentes del documental, gracias a las imágenes que captó con su cámara de mano y que nutren el documental de Olmos.
San Antonio fue pensada para albergar a 80 presos, pero anida a 300. Muchos habitan en sus celdas con sus parejas e hijos, haciendo de este lugar una verdadera ratonera humana. Ramón intenta hacer más llevadera su vida dentro del penal. Así, se lo ve ya disfrazado de payaso divirtiendo a los niños ya con los guantes sacudiéndose los mocos con otro reo.
El plus del documentalista está en el hecho de que sacó la cámara de las rejas y la llevó hasta el propio pago de Ramón. Primero mientras éste seguía preso y, luego, acompañándolo en su regreso a casa tras su liberación, cerrando así el círculo de la historia. Difícil no empaparse de la emotividad del momento.
A diferencia de Ramón, Guery es un tipo orgulloso de su vida criminal. En esto ha influido una familia disfuncional que lo "llevó hacia abajo". Se lo percibe como pez en el agua dentro de San Antonio, donde la delincuencia, lejos de tener freno, cobra nuevas formas de desarrollo. Lo demuestra Sergio, un rapero acusado de asesinato, que utiliza a su novia para introducir droga al penal.
En algunos momentos (los menos, por suerte), durante la narración de la historia de Sergio, Olmos cae en la exaltación de la vida de este personaje, todo en aras de cumplir con dar voz a sus protagonistas.  Está claro, asimismo, que el documental fue filmado en distintos periodos de tiempo. Ayudaría si se guiara al espectador a seguir estos saltos de temporalidad. A pesar de estas pequeñas observaciones, que son más de apreciación personal, no se empaña para nada el gran trabajo que ha realizado este director. 
Estoy seguro que Álvaro Olmos dará mucho de que hablar a futuro. Y sólo por ello, "San Antonio" es una agradable sorpresa y una gran noticia para el cine boliviano.

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