lunes, mayo 20

¿CÓMO TRANSFORMAR UN BASURERO EN UN ESPACIO QUE HUELA A PAN DULCE?

Parte de los participantes del Congreso de Cultura Viva Comunitaria, por la Camacho. Foto: Comunicación CVC.

Hace menos de 10 años Medellín se encontraba entre las ciudades más violentas del mundo. Hoy la capital antioqueña ha pasado de anidar historias de violencia a ser un ejemplo de cambio para otras ciudades de la región. Transformar la ciudad no fue sencillo. Lo sabe Jorge Melguizo, uno de los artífices de esa transformación que tuvo a la Cultura como su mayor protagonista. 
Desde la Secretaria de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín (2004-2008), Melguizo impulsó una nueva forma de valorar la Cultura, logrando que el presupuesto municipal destinado a esta área pasara del 0.64% al 5% anual. ¡Toda una hazaña!
“Hay que tomar en serio las cosas que hacemos para que nos tomen en serio”, cuestiona, al referirse a la falta de rigor que caracteriza a muchos de los actores culturales. “Mira, estamos en un auditorio (del Banco Central de Bolivia) donde se había citado a las 9:00 de la mañana (para iniciar el acto del 1er Congreso de Cultura Viva). Son las 9:45 y no hay ni la mitad de la gente que debería estar. A las 9:20 estábamos 10 personas y a las 9:00, el único aquí era yo”. Lo dice sin mayor molestia y con una sonrisa cándida. Y es que a unos pasos de donde estamos sentados se encuentra María Galindo, ofreciendo a grito limpio el periódico de Mujeres Creando, "el periódico no oficialista".

Melguizo, que actualmente coordina la Cátedra Medellín-Barcelona, colabora con Plataforma Puente y con la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social, es uno de los participantes del 1er Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria, que se desarrolla en La Paz.

Melguizo en el Banco Central, en una foto de Gabriel Bettin.
Cultura como eje de desarrollo económico y social, ¿cómo se traduce esto en los hechos?
Nosotros llegamos a la Alcaldía de Medellín el 2004 y tomamos la decisión política de aumentar el presupuesto para Cultura de 0.64% al 5%. Con esa decisión convertimos a la Cultura en una herramienta de transformación para Medellín.  Sumamos tres componentes adicionales más: proyectos urbanos integrales en los barrios, una política municipal de transparencia y una profunda política de educación pública. 

Hoy Medellín es una evidencia palpable de que los proyectos culturales pueden ser generadores de una mejor calidad de vida y de mejores espacios de participación y convivencia. Lo contrario a la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia. Y la convivencia se construye con proyectos sociales, educativos y culturales. Y en una ciudad como Medellín, que era considerada la ciudad más violenta del mundo, eso es lo que hemos aplicado con éxito. Sí, hay que mejorar los sistemas de vigilancia y los sistemas judiciales, pero si no se invierte en proyectos culturales, educativos y sociales ese trabajo no tiene ningún sentido.

¿Cómo lidiaron con la burocracia estatal?
No fue difícil, eso fue lo extraño. Nosotros, como movimiento ciudadano, ganamos la Alcaldía y tomamos la decisión de que la Cultura debía ser fundamental. Lo planteamos en el Legislativo, en el que estábamos en minoría, y ganamos con una buena argumentación. Llevó meses armar la propuesta. Entendimos que había que hacer tres cosas fundamentales con Cultura. Lo primero era hacer un trabajo de apoyo a la cultura formal ya existente como a grupos de teatros, orquestas y museos. Había que mejorar integralmente esos equipamientos culturales y programas culturales que ya existían. Segundo: había que potenciar los proyectos de Cultura Viva Comunitaria; es decir, reconocer, apoyar y potenciar esos emprendimientos que surgen desde los barrios. Y tercero: había que hacer una nueva inversión púbica en equipamiento cultural para que se conviertan en un símbolo de la ciudad. Y esos equipamientos son hoy uno de los símbolos de la transformación de Medellín, como los siete parques biblioteca, el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia y las Unidades de Vida Articulada (UVA) que  combinan educación, deporte y recreación.

¿Se logró descentralizar los recursos hacia los barrios?
En Medellín asumimos desde 2004 el programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo y decidimos que el 5% del presupuesto de la ciudad estuviera en manos de la comunidad. Y ese 5% del presupuesto se convertía en el 20% del presupuesto de libre inversión. Es un trabajo muy interesante el de entregarle a la comunidad las decisiones sobre sus proyectos. Y, al final, muchos de los proyectos participativos terminaron siendo recogidos por la propia municipalidad.

¿Qué ejemplo de esa etapa de transformación destaca?
El Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. El barrio -que era el antiguo basurero de la ciudad, un barrio con 40 mil personas- había sido basurero hasta 1984. Vivían allí los niveles más pobres de Medellín y era el barrio más violento de la ciudad con presencia del paramilitarismo y de bandas criminales. En este barrio hicimos una intervención integral y uno de los proyectos bandera de esa etapa es hoy es el Centro de Desarrollo Cultural Moravia. Lo interesante es que no fue ni idea del Alcalde ni mía, fue una idea de la comunidad a partir de talleres de memoria cultural que fueron coordinados por Germán Montoya, un antropólogo de la Secretaría de Cultura. 

El proyecto derivó en una red de integración cultural que existe todavía después de seis años. Al Centro de Desarrollo Cultural de Moravia acuden diariamente unas 1400 personas. Es una escuela de las artes, con una sala de teatro para 400 personas, módulos de ensayo para música y danza, salones para talleres y otros. Este espacio se convirtió en lo que la propia comunidad llamó la “Casa de Todos”, desde donde ellos generaron un espacio no sólo para el barrio sino para toda la ciudad. Y así Moravia, que era un símbolo de basura y de violencia, hoy es el símbolo de la alegría y de la transformación. Siempre digo que Moravia pasó de oler a basura a oler a pan dulce.  

Ese es uno de los grandes símbolos de la importancia de la Cultura en la transformación social. Pero esto tiene que ver con dos cosas: con el continente y con el contenido. Es decir que tiene que ver con el edificio, que es simbólico, pero también tiene que ver fundamentalmente con el contenido, con lo que pasa adentro. 

Uno de los males frecuentes en el continente es que cuando sale una autoridad la nueva barre con todo lo que hizo su antecesor. ¿Ha pasado eso en Medellín?
La mayoría de las cosas se han mantenido porque han los proyectos que hicimos dieron resultado. Si estos proyectos no hubieran sido acogidos por la comunidad hace rato la Alcaldía hubiera destinado fondos a otras cosas. Y lo que pasa es que la sostenibilidad no puede depender de la continuidad de un equipo político. Hay que preparar muy bien a los funcionarios de carrera administrativa para que asuman esa continuidad como proyecto de vida. Y también hay que preparar a la comunidad para que esa continuidad dependa de ellos.

¿Cómo replicar estas ideas en municipios reacios a invertir en Cultura?
Yo creo que hay mucho de ignorancia y mucho de falta de evidencia. Una legisladora de Medellín decía que hay que alfabetizar a los políticos. Yo creo en ello. Muchas veces el lenguaje del sector cultural no corresponde con el lenguaje político ni administrativo. Los equipos de gobierno y políticos necesitan resultados inmediatos. Pero deben entender que Cultura va más allá del entretenimiento y del evento. Uno de los ejes que trabajamos desde la Alcaldía fue el de cultura ciudadana. 
Hay que llevar a los equipos políticos y administrativos a ver otros proyectos para construir evidencias, celebrar las victorias tempranas y ser muy exigentes con la calidad. Una buena parte de la gente que trabaja en la Cultura tiene en la estética un reto pero no un compromiso. Y entonces  no hay calidad en muchas de las cosas que se hacen, falta investigación, falta estudio, falta rigor. 

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