domingo, julio 13

ISRAEL, EL CASTIGADOR

No existe en la historia de la humanidad un pueblo que haya sufrido más que el pueblo judío. Esclavos de los egipcios, conquistados por los romanos, sometidos por musulmanas y cristianos por igual, un hilo de desprecio e injusticia cruza su historia. Más aún, el estigma de ser los asesinos del hijo de Dios ha provocado abominables crímenes en contra del pueblo judío a lo largo de los últimos 2.000 años. En 1300, por ejemplo, comunidades enteras de judíos fueron aniquiladas a lo largo de Europa. Se los acusaba de ser causantes de la peste que asolaba el continente.

El odio al distinto, el miedo al “otro” nos identifica como humanos. Bien lo resumía Sartre en el caso de los judíos: “Si no existieran los antisemitas se encargarían de inventarlos”. Fue ese odio que en los años 30 causó la unificación de Alemania en torno al discurso antisemita de Hitler. Que los judíos se roban la plata de Alemania, que viven de la usura, que había que salvar la patria de esa lacra... Fue así que un pueblo que se hallaba derrotado y totalmente dividido por las luchas intestinas se unió para erigir un “enemigo” común para combatir, el judío. No habrá obra de historiográfica que logre narrar a cabalidad las atrocidades a la que fue sometido el pueblo hebreo durante esos años.

Errantes por siglos, fue recién en 1948 que los judíos lograron sentar raíces y fundar el Estado de Israel, pero lo hicieron en un territorio rodeado de enemigos que, si no fuera por el poderío estadounidense, sería destrozado sin chistar. 
Sí, si de algo sabe el pueblo judío es de sufrimiento, persecución e injusticias. Y es precisamente por eso que resulta inexplicable que hoy el pueblo israelí se alinee del lado más tenebroso de la historia contemporánea.



¿Cómo un pueblo que ha sufrido tanto puede causar el sufrimiento de otro pueblo? ¿Cómo hombres y mujeres que han sido víctimas de escarnio a lo largo de la historia pueden ahora asumir la imagen de castigador de un  pueblo tan débil como el palestino? ¿Cómo un pueblo que ha visto casi exterminada su gente por el odio puede reaccionar cual el peor de los verdugos contra un pueblo que apenas tiene la fuerza para sobrevivir ante las imposiciones del Estado de Israel? ¿Cómo un pueblo que ha visto derramar tanta de su sangre no se conmueve con la sangre de decenas de civiles que caen indefensos ante el bombardeo israelí? La lucha contra el terrorismo se ha transformado en una excusa para la peor de las vendetas. La muerte de tres judíos está siendo vengada hasta hoy con el asesinato de 135 palestinos, más de una veintena de ellos menores de edad. ¿Dónde está la lógica en este desfase de fuerzas? ¿De qué guerra o fuego cruzado nos habla la prensa? Pocos hablan de la situación crítica del pueblo palestino que vive a la sombra del poderoso Israel que ha recreado en pleno suelo palestino los guetos de la Alemania nazi. La expansión judía en el reducido territorio palestino es una afrenta que ningún país toleraría. 

Nos quieren hacer creer que lanzando bombas al pueblo civil se frenará a los radicales de Hamas. ¿Realmente alguien en este mundo podría creer algo así? Israel, el poderoso estado nuclear respaldado por EEUU, lo único que hace ahora es reforzar el mensaje de miedo y terror a todos sus vecinos. Y lo hace provocando la muerte de inocentes, de un pueblo que no tiene cómo defenderse (ni ejército tiene) más que lanzando caducos cohetes que al lado del letal armamento israelí quedan como simples petardos. 

Lo desolador de la actitud judía es que nos pinta un panorama sombrío de la humanidad. Porque si el pueblo israelí, que tanto ha sufrido en la historia, es capaz de replicar en “el otro” las mismas atrocidades que sufrió en carne propia entonces no hay esperanza. Porque entonces ¿a qué pueblo podríamos recurrir pidiendo el respeto por la vida si aquel que más ha sufrido en su piel por la maldad humana no duda en usarla en contra la piel del “otro”?

El hombre es el lobo del hombre y así las cosas estamos condenados a repetir la historia una y otra vez hasta que terminemos por devorar el último vestigio de humanidad del planeta.

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