Sacarle una sonrisa a Fernando Terrazas es como intentar que un elefante se pare de cabeza. No hay lugar para las especulaciones, él es un hombre serio. Lo ha sido durante sus 58 años de vida y lo más seguro es que lo sea hasta el final de sus días. Ésta es quizás la mayor de sus virtudes. Terrazas es una persona que trasmite sinceridad y en cuyas palabras no parece haber ningún resquicio para el engaño. Lo demuestra al confesar que su vida está plagada de insalvables paradojas que pronto comienza a inventariar:
A) Aborrece las bebidas alcohólicas, pero durante más de 20 años ha propiciado que los demás se embriaguen.
B) Detesta el cigarro, pero sus pulmones llevan más de 170.000 días inhalando el humo expulsado por la boca de sus clientes.
C) Es cristiano, pero se ve obligado a transitar por senderos ajenos a la prédica de su fe.
“Quién eres tú para burlarte de mí, dime quién eres tú…” La voz de Ángela Leiva colma el deshabitado salón de la Peña Gigante Kurmi. Son las 18.30 y las piernas menudas del mesero se desplazan presurosas al son de la empalagosa canción: enciende las luces de neón, acomoda vasos y charolas y pasa revista a los refrigeradores donde se templa la cerveza.
“Quién eres tú para reírte de mí…” Fernando sube luego al segundo nivel: intenta cuadrar las mesas de madera con las sillas amarillas que alguna vez acogieron a la clientela de McDonald’s y recoge del suelo las astillas rebeldes de los vasos y botellas de cerveza que se quebaron en la anterior jornada.
“Dime quién eres túuuuuu” Fernando baja hasta la sala principal: ingresa al baño, se moja con un poco de agua ese nevado en el que se ha convertido su cabellera y, mientras retorna al salón que a la medianoche se transformará en una lata de sardinas en ebullición, inicia una guerra de baja intensidad con el nudo de su corbata.
En 30 minutos el Kurmi abrirá sus puertas y un pequeño ejército sediento calentará el ambiente. Fernando cierra los ojos, pega el mentón al pecho e implora a Dios su compañía. No se da cuenta, pero sus plegarias salen hacia el cielo impulsadas por la cumbia e impregnadas del aroma a cebada rancia.
“Quién eres tú para reírte de mí…” Fernando sube luego al segundo nivel: intenta cuadrar las mesas de madera con las sillas amarillas que alguna vez acogieron a la clientela de McDonald’s y recoge del suelo las astillas rebeldes de los vasos y botellas de cerveza que se quebaron en la anterior jornada.
“Dime quién eres túuuuuu” Fernando baja hasta la sala principal: ingresa al baño, se moja con un poco de agua ese nevado en el que se ha convertido su cabellera y, mientras retorna al salón que a la medianoche se transformará en una lata de sardinas en ebullición, inicia una guerra de baja intensidad con el nudo de su corbata.
En 30 minutos el Kurmi abrirá sus puertas y un pequeño ejército sediento calentará el ambiente. Fernando cierra los ojos, pega el mentón al pecho e implora a Dios su compañía. No se da cuenta, pero sus plegarias salen hacia el cielo impulsadas por la cumbia e impregnadas del aroma a cebada rancia.
Texto y foto: J.B Fragmento de la nota publicada en la revista Pie Izquierdo http://www.revistapieizquierdo.com/nocheydia.html
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