Bernardo Arancibiam en una escena del filme |
Erróneamente se calificó a Casting como el filme boliviano pionero en la incursión del género terror/gore. No lo es. Es más, son mayores las risas que provoca esta producción en el espectador que aquellos momentos bien resueltos de tensión y de suspenso. Y este hecho, al final, se agradece.
La historia escrita por Denisse Arancibia y Juan Pablo Richter —quienes también dirigieron la cinta— ha sido bien elaborada y presenta una serie de giros argumentales que la hacen entretenida, condimentos, ambos, del que han carecido la gran parte de las propuestas fílmicas nacionales que se han estrenado este año.
Casting no se alinea con el cine de autor ni con las propuestas de suspenso tradicionales hollywoodenses. Es más un experimento creado por Arancibia y Richter. Y al ser un experimento, tiene frescura; pero no está librada de mostrar grandes debilidades. Si bien la historia central llega a cerrarse, no lo hacen así la de los protagonistas.
Un director (Bernardo Arancibia), una productora de cine (Carmencita Guillén) y un camarógrafo (Diego Revollo) están enmarcados en la búsqueda de una actriz para iniciar el rodaje de una película de terror, donde la protagonista deberá sufrir en carne propia —y ante la cámara— las torturas y los castigos que caracterizan a las propuestas de este género.
Al casting se presenta Alejandra (Daniela Lema), quien en realidad está en la búsqueda de su hermana (Vanessa Vargas), una aspirante a actriz que desapareció tras presentarse ante los creadores del proyecto fílmico. La mayor parte del metraje se muestra ante el espectador a través de la pantalla de la cámara digital que es usada para la producción de la cinta. Así, Casting es, en realidad, una película dentro de otra película.
Los toques de humor negro se muestran desde el comienzo del filme: ya en los diálogos de los actores, ya en las escenas. En el momento en el que director —y también protagonista de la producción— está por realizar con un cuchillo un tajo en el rostro de la actriz, por ejemplo, el camarógrafo aprieta por error el botón de pausa de la cámara. O cuando una maltrecha Alejandra debe repetir una y otra vez la escena en la que es golpeada con un bate por errores de su ‘compañero’.
Paradójicamente, es el actor que menos intervenciones tiene en la película el que logra que su papel sea el más creíble. Se trata de Revollo, a quien sólo le basta armar algunas expresiones para transmitir al público que algo anda mal en su cabeza. Lema también sale librada, en especial en aquellas escenas en las que su cuerpo era castigado. En cambio, Arancibia y Guillén (Teatro Grito) no lograron despojarse de su bagaje teatral y así, en pantalla, muestran sobreactuaciones.
Denisse Arancibia y Juan Pablo Richter, en su intento por explicar el giro final de la película, caen en una ensalada de escenas clichés del género que le restan a la originalidad de la producción.
En un año —el 2010— para el olvido en cuanto a las propuestas fílmicas bolivianas, Casting se convierte en un respiro más que necesario.
Texto: J.B. Publicado en Tendencias
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