lunes, marzo 21

BOMBAS SIN DIRECCIÓN

Que  Gadafi es un loco hijoeputa genocida, no hay duda. Qué debe irse del poder y ser juzgado por matar a su gente, tampoco. Pero, ¿justifica todo esto la intervención armada de las superpotencias a Libia, a nombre de resguardar a la población civil? ¿Acaso sus bombas no están matando igual a civiles?
No deja de ser inédito e inexplicable —no encuentro en la historia reciente un hecho similar— el hecho de que Estados Unidos, Inglaterra, Francia (y demás) hayan iniciado un ataque bélico respaldando a un movimiento rebelde sin rostro, sin bandera política evidente ni líderazgo aparente. No se podría comparar, por ejemplo, lo que sucede en Libia con lo que pasó en Egipto, donde los líderes de oposición —para bien o para mal— asumieron la lucha del pueblo. En el caso de Libia no sucede igual. Sólo se denomina a los que luchan contra el régimen como "los rebeldes", pero se desconoce quiénes están liderando el movimiento. 
¿Saben los aliados a quién respaldan? ¿Quién se beneficiará cuando el puesto de Gadafi quede vacante, cuándo los avioncitos y barquitos de guerra dejen el país? ¿Quién asumirá el poder? ¿No serán acaso grupos aún más radicales?
No deja de preocupar, asimismo, el hecho de que una alianza de superpotencias decida autoasumir el rol de paladines de la justicia y con ello el derecho de atacar a un país y a su gobierno. ¿Cuáles serán los parámetros para que se tome a futuro una decisión similar? ¿Quién podría detenerlos?
Armémos un escenario hipotético. Qué tal que un grupo de antievistas reúne unas armas, se junta en Santa Cruz y empieza desde allí a atacar  las estructuras del Estado. Y que tal que Evo responda con la fuerza militar y se registren bajas civiles.  Sería suficiente la iniciativa de "los rebeldes" bolivianos para una intervención de la alianza, en nombre de la democracia?
Aunque entendible, creo que fue apresurada la reacción de los llamados aliados. Se ve ahora, que surgen vacilaciones al interior de la coalición.

¿Y si los buenos de Bengasi no son tan buenos?
Hemos creado dos bandos: el de los buenos y el de los malos. Los programadores están convencidos de que la simplificación da bien en televisión; otros creen que ayuda al lector o al oyente a comprender la realidad. El malo oficial de esta guerra es Muamar el Gadafi. Se ha ganado el papel estelar tras 42 años de abusos, detenciones arbitrarias, desapariciones, asesinatos y atentados terroristas patrocinados en el extranjero, además de sufragar a las guerrillas en Liberia y Sierra Leona, entre otros países africanos.

Los buenos son los rebeldes de Bengasi, a los que llamamos "civiles" , quizá para justificar la respuesta bélica. En la propaganda no importa qué se dice, solo cuentan los resultados. ¿Civiles? Los civiles que nos llegan a través de las imágenes son milicianos encaramados en carros de combate, hombres que disparan con antiaéreos y derriban aviones.
Nada que ver con la plaza Tahrir de El Cairo.Los rebeldes-civiles de Libia tienen un largo historial de antiamericanismo, armado y militante; eso los convierten, cuando menos, en una compañía dudosa. La apuesta occidental en su favor es muy arriesgada; quizá no había otra opción.

Libia fue el primer exportador per cápita de combatientes extranjeros a Irak, más que Arabia Saudí, cuna de Osama bin Laden y de la mayoría de los terroristas-suicidas del 11-S. La vasta mayoría de los voluntarios libios en Irak procedía del este de Libia, es decir de donde están los antigadafistas que ahora protege la comunidad internacional, incluida España. El activismo de los libios del este es conocido por el espionaje militar estadounidense, como explica Asian Tribune.
En Libia hay una guerra civil. La comunidad internacional interviene a favor de un bando con una resolución del Consejo de Seguridad en la mano. Los que deciden la ley internacional son los mismos que la aplican. Se bombardea Libia para proteger a los civiles armados. Oriente Próximo es una zona rica en injusticias y en resoluciones no cumplidas. Incumplidores de resoluciones de primera e incumplidores de resoluciones de segunda.

Caspar Wiemberger fue jefe del Petágono con Ronald Reagan. Era un hombre listo que gastaba demasiado en armas. Estableció la doctrina militar para las intervenciones de EEUU en el extranjero tras el fiasco de Vietnam. Tenía tres puntos: una guerra debe contar con el apoyo de la opinión pública; tener objetivos claros y una puerta de salida.
Bush hijo olvidó la Doctrina Weimberger en Afganistán (2001) e Irak (2003) con pésimos resultados. Obama, premio Nobel de la Paz, ha iniciado una guerra (al parecer justa). Pero la guerra es un ente vivo: se mueve independiente de la voluntad de quien la inicia y de quien la padece. Se sabe como empiezan, nunca como terminan.
* El texto completo de Ramón Lobo está en el blog Aguas Internacionales

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