sábado, abril 9

CUENTO ATIGRADO

e l  h i n c h a


A Ernesto, ese atigrado que está en el cielo

Dios se inspiró en un balón de fútbol para moldear el universo. Mirá los planetas, el sol y la luna, redonditos como una Telstar de cuero del año 70. Y ¿los senos de una mujer?, un par de Super Duplo T de la década del 50; con válvula infable y todo. Y claro, allí están los huevos de un stronguista; divinas Questras, como las del mundial 94, con espuma blanca de polietileno y gran recuperación energética.

Demetrio 'El Tigre' Cayoja habla. Daniel 'El Tigre Jr' escucha. Es el rito de iniciación que Demetrio ha venido hilvanando hace cinco años para preparar a su primogénito antes de pisar la tierra santa del atigrado: la curva Sur del estadio Hernando Siles.

Es domingo, día de clásico en La Paz. Demetrio y Daniel se asemejan a una bola aurinegra rodando por la avenida Saavedra. Se hace tarde, pero aún hay tiempo para comprar una chalina amarilla con el nombre del equipo. El calor aprieta, pero igual Demetrio envuelve a su hijo como a una momia. Daniel suda e intenta seguir el apresurado paso de su progenitor.

'Diosito es estronguista, sabes Jr. De seguro no te lo enseñan en el kínder, pero yo lo he visto jugando en El Tejar; con kichute de medio uso, medias aurinegras y una casaca atigrada del año 77, la mismita que sudó Bastida. No vas a decir nada a nadie ¿ya?, pero bien faulero había sido nuestro divino creador. A los cholis, ¡zas!, y a morder la tierra nomás'.

En sus bolsillos Demetrio atesora 55 bolivianos: 20 para las entradas sobre la barra de la Ultra Sur, 5 para los artesanales asientos de plastoformo, 7 para los helados de canela, 10 para las patitas de chancho y 12 para las pilas que darán vida a su radiotransistor Zoni. 'Y para el pasaje de vuelta'... Ni modo, a patita será.

Ya ha pasado el primer minuto del juego. Bolívar y The Strongest luchan en el gramado. Demetrio apresura el paso de su hijo por las graderías. De pronto, los ojos de 'El Tigre Jr' son invadidos por un océano verde y unos diminutos seres con calzoncillos que allí corretean desaforados detrás del balón que dio origen al mundo. Desde la tribuna, miles de miradas siguen acompasados el vaivén de la pelota. De izquierda a derecha, de arriba a abajo.

'Es una Penalty con una circunferencia de 70 centímetros y 800 gramos de peso. Lo que hubiera hecho el 'Tanque' Díaz con esa pelada entre sus pies'.

Demetrio se acomoda en la gradería y con las nalgas abre espacio entre sus vecinos para su hijo. Luego se une a la masa: grita, aplaude, canta... Ahora se desgañita, insulta, se toma el rostro y se golpea el pecho. ¡Estos pata dura, carajo!'.

El tiempo se acaba, resta un minuto para el pitido final. Demetrio se come las uñas. Daniel se distrae con las peripecias de un sandwichero que intenta mantener el equilibrio de su bandeja en medio de la multitud.

Un remate atigrado rompe el letargo.
El estadio enmudece.
El balón rebota en las piernas del defensa académico.
La gente se levanta de sus asientos.
El arquero queda descolocado y el esférico...
La curva Sur tiembla. La afición enloquece.
Strongest 1 Bolívar 0.

Daniel se asusta, busca a su padre. El niño está en medio de una selva de piernas ajenas y saltarinas que se adueñan de su horizonte.
Los 53 años de Demetrio se lucen unos pasos más allá. Se funden enloquecidos en un abrazo con un desconocido que no sobrepasa los 20.
'¡Goool!, ¡goool!, gol, gol, gol', grita. De pronto se derrumba. Como un ancla en la mar, su cuerpo es engullido en segundos por un estadio hambriento. Demetrio ha desaparecido y nadie más que 'El Tigre Jr' es testigo del extraño fenómeno.
*Cuento: JB, publicado en el libro Warikasaya, cuentos stronguistas

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