La legalidad internacional no existe, es la ley que impone quien gana la guerra. Quien gana la guerra tiene otro privilegio: escribir la historia. La última legalidad internacional la impusieron los aliados que vencieron en la II Guerra Mundial. Estos crearon la ONU y se reservaron cinco asientos permanentes con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, su órgano más importante. Cualquier intento de cambio de este privilegio tiene asegurado el veto.
Naciones Unidas y sus organismos dependientes han creado un vasto cuerpo legal que nos genera la sensación de que somos mejores que nuestros antepasados en los tiempos de la barbarie. En estos textos se defiende la justicia universal: el derecho de persecución de delitos gravísimos más allá de las fronteras de los países. No hay soberanía nacional frente al genocidio, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad. Es la ley, el papel, pero son normas que no se cumplen.
La política internacional se rige por el 'depende': depende a quien le afecta.
El escándalo no es la muerte de Osama bin Laden. El escándalo verdadero es que EEUU lanzó dos guerras, causó la muerte de decenas de miles de civiles para responder a un ataque terrorista. La solución dada a Bin Laden, la revolución de una sola bala, hubiese sido más inteligente que invadir Irak y Afganistán.
La muerte de Bin Laden ha levantado una oleada de críticas. Los que defienden lo ocurrido esgrimen las leyes de la guerra; los segundos, la necesidad de un juicio justo, de valores democráticos como la presunción de inocencia. Un Bin Laden detenido era un problema mayúsculo, por eso ha muerto.
La detención de Bin Laden habría atraído sobre el país que lo tuviera la mirada de una pléyade de organizaciones yihadistas. Vivo era un mártir; muerto, un mito, pero es un mito difunto. Si los aliados hubieran tenido la posibilidad de matar a Hitler no habrían planeado una arriesgada operación para llevarle a juicio. Lo ocurrido en Abbottabad no es nuevo, es parte de la historia de la guerra y de la humanidad. El gran fallo es de comunicación: las medias verdades con cuentagotas y la defensa subliminal que se hace de la efectividad de las torturas. Las torturas, Guantánamo, todo el sistema de suspensión de valores, es una derrota de Occidente y un alimento para los yihadistas: matar a Bin Laden es una acción de guerra. Lo primero es deplorable, ilegal y políticamente contraproducente; lo segundo, lógico, el final de una escapada.
* Ramón Lobo. Texto completo en el blog Aguas Internacionales
No hay comentarios:
Publicar un comentario