martes, febrero 14

FERRUFINO-COQUEUGNIOT, EL AUTOR DE LA POLÉMICA

¿Se pude separar a un escritor de sus actos e ideas a la hora de valorar su obra? ¿Se le puede negar un premio sobre la base de su pensamiento político? La polémica la abrió Diego Vicente Flores, en su artículo Premio a la vergüenza,  publicado en el periódico Cambio. El articulista cuestiona al jurado del Premio Nacional de Novela 2011 por haber otorgado el máximo galardón de las letras bolivianas a Claudio Ferrufino-Coqueugniot y su obra Diario secreto.  
"Cómo es posible que el jurado haya otorgado un premio a ese xenófobo y racista, acaso no se toma en cuenta los antecedentes de quienes presentan sus obras, si no fuera así, deberían tomarse en cuenta para el futuro", escribió Flores.

La opinión de Flores se basa en el artículo Tiempo de soluciones, publicado por Ferrufino-Coqueugniot en el periódico cruceño El Día. En el extenso texto, el ganador del Premio Nacional de Novela señala: “Nos desgañitamos criticando al régimen, pero el amo del Palacio Quemado parece reírse. Hace mucho que Morales ha perdido su derecho a ser presidente. Y no es asunto de remover la democracia de su ya endeble pedestal, sino de removerlo. (...) Sus caciques, de abarca y poncho, o pantalón y aretes, no dejan de ser pedigüeños que no miran más allá de la jeta, rastreros, corruptos, ladrones, malandrines, marxistas de tres por cuatro, medios hombres, payasos, bufones, eterna corte de milagros”.
A partir de lo escrito por el escritor, Diego Vicente Flores concluye que "éste (Ferrufino-Coqueugniot) no debería nunca haber alcanzado un honor de esta naturaleza (el Premio Nacional de Novela), menos en Bolivia, debía merecer el premio a la vergüenza, a la xenofobia, y a la conspiración".
Comparto las críticas al artículo de Ferrufino-Coqueugniot. El escritor arremete contra las bases de la democracia al incitar una ruptura constitucional tras sugerir que "en el momento actual se debe decidir, como primer paso profiláctico, que el gobierno actual no va más, no puede ir más (...) Quitar el poder a Morales no es asunto ya de matiz ideológico-político. Hablamos de supervivencia. Y si no lo hacemos nosotros lo harán de afuera".
El escritor va más allá al sugerir la toma violenta del poder. "Se dejó pasar la oportunidad, allí cuando La Paz recibió a los marchistas (del Tipnis) y los jerarcas se orinaban a puertas cerradas, sin ánimo siquiera de mirar al pueblo que tal vez entonces habría ejercido la brutal justicia de las masas. Pienso en los agitadores rusos de fines del XIX y principios del XX; jamás habrían dejado escapar algo así. La mesa estaba servida".
No comparto las ideas planteadas por Ferrufino-Coqueugniot; es más, las considero reaccionarias y alejadas de toda vocación democrática. Sin embargo, el escritor cochabambino está ejerciendo su derecho constitucional de expresar libremente su pensamiento. Y ello no puede ser de ninguna manera un referente para evaluar su obra literaria, por demás destacada tanto dentro como fuera del país (ganó el Premio de Novela Casa de las Américas 2009 con El exilio voluntario).
En ese sentido, Diego Vicente Flores se equivoca de cabo a rabo al sugerir que un jurado literario debe valorar la conducta de un autor antes de calificar su obra.
De ninguna forma se puede admitir que la calidad literaria sea calificada a partir de la calidad humana, moral o de las ideas políticas de la persona que escribe. Porque bajo esa lógica, Günter Grass debería ser obligado a devolver el Nobel de Literatura, al haber formado parte de la estructura nazi. De igual forma, los escritos de Jaime Saenz deberían ser vetados de nuestros estantes por su embrujo hacia la ideología del Nacional-Socialismo. Allá los autores con sus ideas políticas. Son otras las instancias que permiten al ciudadano refutar o apoyar la ideología de un escritor. Y ese espacio no está en el ámbito literario.
No me imagino a los miembros del jurado del Premio Nacional de Novela recorriendo los pasillos de la Policía en busca de los antecedentes criminales de los escritores, buscando sus artículos para calificar su moral o su compromiso con los preceptos básicos de la democracia para sumar o restar su calificación. ¿Bajo qué criterios se podría puntuar los aspectos más mundanos de un autor? Sería una tarea ridícula y sin sentido. La valía de una obra reside en su calidad narrativa y su ambición literaria; en su capacidad de transportarnos a universos de ficción a los que sólo se puede llegar montado sobre la magia de las letras. Y esos precisamente parecen ser los atributos que hicieron merecedor a Claudio Ferrufino-Coqueugniot del Premio Nacional de Novela 2011.  Y será a partir de ello que, finalmente, seremos los lectores quienes juzgaremos a este escritor. El resto es harina de otro quintal.

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