AL-AZAR, LA VIDA EN METÁFORA

Desde niño los lápices de Alejandro Salazar Rodríguez han estado cargados de ácido. Fue el “sistema de lelos” -como califica Salazar al sistema educativo nacional- el que terminó impulsando su creativa acidez. “Eran tan aburridas las clases que yo me dedicaba a dibujar en mis cuadernos. Paradójico que haya sido gracias a mis profesores que hallara en el dibujo la vocación de mi vida”, reflexiona. 

Pero más que una vocación, el dibujo es para Al-azar (su nombre artístico) una herramienta para comunicar el mundo. Y es precisamente esa labor la que le ha catapultado entre lo más destacado de la ilustración y la caricatura política boliviana. 

Este domingo 13 de octubre, en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Paz, se presentará (20.00) el libro "El proceso de cambio según Al-azar". La obra reúne más de un centenar de caricaturas que reflejan de forma crítica la Bolivia de la última década. Aquí una breve biografía de Salazar, que se publica en el libro.

Alejandro Salazar nació en Cochabamba en 1959. A los cuatro años su familia sentó raíces en La Paz donde Salazar estudió Arquitectura, más por el deseo de sus padres que por convicción propia. “Yo soñaba con ser inventor, ellos que tuviera título y vistiera terno”, dice. Finalmente, a pesar de haber culminado la carrera, Salazar se decantó por el dibujo. En los años 80 llegó a exponer retratos y paisajes en varias salas paceñas. Y en 1994 conquistó el Primer Premio en Pintura del Salón Murillo. 

Fue a mediados de los años 90 que Al-Azar, de forma fortuita, pisó el terreno de la caricatura política. “Trabajaba haciendo ilustraciones pero un día los encargados de “Tiempo Político” (suplemento que se publicaba en el periódico La Razón) me convocaron de emergencia. Su caricaturista les había fallado y necesitaban que lo suplantara. Lo hice y desde entonces no he dejado de convertir en metáfora aquellas situaciones que hacen a la vida política y social del país y el mundo”.

Por más de 20 años el humor gráfico de Salazar ha engalanado medios impresos como La Razón, La Prensa y El Día, y semanarios como Pulso y La Época. Este trabajo llevó a Salazar a ganar en tres oportunidades el Premio Nacional de Periodismo, en la categoría Caricatura. 

Crear una caricatura política requiere mucho más que tener la habilidad de exagerar las facciones de algún personaje público. Se necesita la capacidad de lograr condensar un hecho noticioso, captar la sensación ciudadana que éste provoca y tener la valentía de plasmar gráficamente aquello que el periodista y el medio impreso no pueden aventurarse a expresar. 

Tal es la fuerza de sus obras que en varias ocasiones personajes de la política nacional han tocado su puerta para pedirle usar sus caricaturas con el fin, claro está, de usarlo en contra del circunstancial adversario. Tal la fuerza de sus trazos que Salazar ha sufrido en más de una oportunidad censuras y amenazas a su vida por su trabajo. 

Repasar la obra de Alejandro Salazar es reconocer y reconocernos. Las caricaturas de Al-Azar aguijonean, provocan e incomodan. No sólo al poder político y económico sino al ciudadano de a pie que, muchas veces lo olvida, es vital protagonista de la construcción de país. Como no reflexionarnos, por ejemplo, al comprobar que muchas de las caricaturas de Al-Azar son igual de actuales hoy como lo fueron ayer. 

Saber dibujar y representar el mundo; comunicar y tener algo de payaso. Esa, según Salazar, es la fórmula para ser un buen caricaturista. Claro, este artista no comparte el secreto para ser el mejor, sitial que hace mucho ocupan él y sus ácidos lápices.