Recobrar el tiempo es una forma eficaz de acelerar la muerte. Me convencí de ello tras ver "Tabú", la más reciente película de Miguel Gomes. Decir que la cinta es buena es quedarse corto y no haría honor al gran trabajo que ha logrado este director portugués. Se trata de una apuesta por un cine que fusiona magistralmente imagen y palabra bajo un matiz de otros tiempos del cine en blanco y negro. Una voz en off invita a recorrer África en busca de un tiempo perdido que inevitablemente termina impregnándolo todo de melancolía. El melodrama no roza al espectador, lo baña por completo. Es por eso que aquellxs que adoran los finales felices y alimentan la quimera del amor al estilo de los cuentos de hadas no podrían disfrutar esta película. "Tabú" es dolorosamente humana y nos recuerda que no existe un amor puro, toda pasión se construye también de cicatrices. No hay amor que no haya perpetrado un crimen para erguirse y/o mantenerse como tal. Y así, en algún punto de nuestra existencia todxs nos hemos convertido en criminales. Sabemos que no saldremos de esta vida sin pagar tales delitos.
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