domingo, octubre 31

Renecito, el beato de las letras

El beato Renecito
Raymundo Quispe es el celoso guardián de una caja de zapatos. Claro, no es cualquier caja. En su interior se halla la figura más preciada de la carrera de Literatura de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), el beato René. Mejor conocido como Renecito, esta rústica imagen —de unos 20 centímetros y elaborada en base a plastilina— es desde 1996 el personaje central del preste de Literatura. Esta fiesta se celebra cada 1 de noviembre siguiendo las tradiciones y ritos de Todos Santos. De esta forma, además de festejar el aniversario de la carrera, se recuerda a los profesores y a los estudiantes que ya partieron al más allá.
Con 14 años de existencia, el beato Renecito ha tenido una vida muy agitada: fue víctima de un secuestro, de fallidos intentos de casamiento y de eliminación física; ha sido propiciador de matrimonios, de separaciones, de éxitos profesionales y de grandes borracheras. En torno a su figura han surgido anécdotas que podrían llenar las páginas de una voluminosa novela. Y esto no sería extraño. Después de todo, René, el “patrón milagroso de la comunidad literaria”, tiene su génesis en un relato.

Terno y chompita para René
Los creadores del beato Renecito debieron hurgar en lo profundo de una sepultura para dar vida a su patrono. Escarbaron La tumba infecunda, novela escrita por René Bascopé Aspiazu (1954-1984). Narrador, poeta y periodista, es en honor a este autor paceño que en 1996 los estudiantes del taller de Técnicas Creativas —dictado por el escritor Adolfo Cárdenas (Periférica Boulevard)— dieron vida a esta figura. Renecito debe su génesis a una muerte, la de uno de los personajes de la obra de Bascopé. Se trata de un bebé que fue abortado por una prostituta de la época de la Guerra del Chaco, santificado por sus propias compañeras y conservado en una botella a modo de fanal y por quien todos los habitantes del lenocinio sentían verdadero culto. “Se lo denomina René en memoria de su padre y creador. La condición de beatitud de este personaje deviene del reconocimiento implícito de Jaime Saenz (escritor nacional fallecido en 1986) como santo mayor de la carrera y a Bascopé como el más próximo de sus allegados”, explica Cárdenas, quien tuvo a su cargo la misión de modelar al también llamado “monstrito”.
El material utilizado para su creación fue la plastilina que, luego, fue endurecida con una pasta especial para materiales flexibles. Su vestimenta salió de un pedazo de tela y sus zapatos —al igual que su silla— fueron prestados de una de las muñecas de la hija de Cárdenas. “Nunca pensé que iba a durar tanto tiempo. Incluso, el primer año, algunos alumnos tenían previsto deshacerse de la figura del Renecito. Pero en tono de broma, durante la fiesta, elegimos al que sería el pasante del siguiente año (Juan Ignacio Siles, literato y ex canciller). Y desde entonces docentes y estudiantes han ido alimentando esta tradición como también el roperito del beato con distintas prendas”, acota.
El escritor René Bascopé
Desde un elegante terno hasta un traje de San Mtín de Porres, Renecito ha lucido todos los estilos de la moda. Actualmente viste una chompa que emula la utilizada por el electo presidente Evo Morales durante su primera gira por el exterior del país.

Un celoso secuestrado
Desde sus inicios, el preste de Literatura del 1 de noviembre se enmarca en las costumbres de Todos Santos. Así, es tradicional armar en torno al beato Renecito una mesa que cuenta con t’ant’awawas, comida, frutas y pasankallas. El primer año, se colocaron junto a las velas papelitos con los nombres de los escritores, docentes y alumnos muertos en años anteriores. Sin embargo, han habido épocas en que la fiesta ha sido distorsionada, como lo narran tres de las iniciadoras de la gran fiesta de Literatura: Guiomar Arandia, Vania Díaz Romero y Roxana Mayta. “Un año fuimos al preste y nos dimos cuenta que se había perdido la esencia con la que nació el evento. La gente sólo se dedicaba a tomar (bebidas alcohólicas) olvidándose del Renecito. La imagen se encontraba abandonada en una esquina con tres tristes panes a su alrededor. Así que decidimos secuestrarlo”, cuenta Arandia.


Las tres cómplices del hecho procedieron a retirar la figura de la fiesta. Ninguno de los asistentes se dio cuenta de la ausencia de la imagen. El beato Renecito pasó todo un año oculto, peregrinando por los hogares de las “secuestradoras”. Finalmente, la presión de los estudiantes provocó el retorno de la diminuta figura. Pero no fue la única anécdota de este patrono de las letras. Raymundo Quispe recuerda que el 2008 alumnos de Literatura decidieron que era hora de acabar con la soledad de Renecito, creando para ello una pareja. “La llamaron Sara Chura (personaje de la novela Cuando Sara Chura despierte, del paceño Juan Pablo Piñeyro). Estaba tallada en adobe de sal y tenía cara de t’ant’awawa. El día del preste la pusieron a su lado, pero misteriosamente desapareció”, señala el estudiante.
Los mitos en torno a Renecito han venido sumándose desde su nacimiento. Algunos catedráticos —como Ana Rebeca Prada, en 1998— le confirieron el don de impulsar la carrera profesional del preste. Hasta el 2007 se aseguró, asimismo, que las estudiantes que tenían en su poder a la singular estatuilla terminaban embarazadas y en el altar. Pero esta leyenda fue echada a tierra desde el 2008, según Marisabel Alberto. “Renecito es muy celoso. Ha hecho pelear a las chicas con sus parejas”.
Texto y fotos: J.B. Nota publicada en Escape


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