"LA POESÍA ES ANGUSTIA"

Jorge Alejandro Suárez nació en Santa Cruz de la Sierra en 1957. Escribe poemas desde su juventud y la mayoría de sus libros aparecen firmados por Alejandro Marat, su nombre literario. Con La muerte teme a los aplausos acaba de ganar la novena versión del Premio Nacional de Poesía ‘Yolanda Bedregal’. No es su primer libro. Hasta ahora ha publicado cinco volúmenes de poemas. Uno de ellos, Caballería del olvido, ganó el Premio Municipal de Poesía de Santa Cruz. Es licenciado en Filología Hispánica y en abril publicará un amplio estudio comparativo sobre la poesía cruceña.

¿Qué puede decirnos sobre el libro con el que ha ganado el Premio Nacional de Poesía?

El libro se titula La muerte teme a los aplausos. Es un poemario extenso, tiene más de ochenta poemas y me llevó cinco años escribirlo. En el título se expresa una paradoja, porque por un lado está la muerte y por otro lado está la vida. El hombre siempre prefiere aplaudir a la vida y no a la muerte Donde haya aplausos y soplo de vida, donde haya movimiento y un pestañeo, una esperanza y un impulso, habrá vida. Por eso, donde hay vida no hay muerte, y donde hay muerte no hay vida. No pueden estar el sol y la sombra al mismo tiempo.

El poemario no tiene una técnica uniforme. Hay poemas de un estilo más bien surrealista, en los que trato de buscar imágenes oníricas, hay otros poemas más formales en los que busco un mensaje y otros, en cambio, en los que trato más bien de sugerir. Es una mezcla entre surrealismo y un expresionismo realista.

Su trayectoria es larga. Hasta ahora ha publicado cinco libros de poemas ¿Cuáles son sus ideas sobre la poesía?

Yo creo que la poesía va más allá de las estrategias y las técnicas. Hay muchos poetas que se apoyan en la técnica y consideran que la poesía es más conocimiento que emoción. Para mí es al revés, la poesía es más emoción que técnica. Lo que he escrito lo he escrito con inspiración, con arrebato. Tengo mucha fe en las emociones, en la imaginación. En cambio, las nuevas corrientes, incluso la poesía concreta y la poesía experimental, le dan más importancia a la técnica y dejan de lado la emoción.

En mi juventud fui un muchacho loco, muy apasionado por la poesía. Diría que hasta me hizo mal, la poesía me intoxicó. Esa fue una primera etapa, de enfermedad. Después uno se tiene que curar de espanto y escribir. Poco a poco uno va construyendo su propio mundo verbal, su propio mundo poético. Es una labor de años, no se hace en un solo día. Pero siempre con pasión y también con sufrimiento. Para mí, para entrar al mundo de la poesía hay que sentir la angustia, o la angustia de uno o la angustia de los demás. No hay poesía sin angustia.

En la mayoría de sus libros utiliza el nombre de Alejandro Marat. ¿Por qué?

Cuando estudiaba en Buenos Aires, estaba en auge la izquierda. Como todo muchacho surrealista y pendenciero, yo militaba en un grupo de izquierda. Por seguridad, teníamos que buscarnos un pseudónimo. Si nos pasaba algo, nadie tenía que saber nuestro nombre verdadero. En esa época, a mí me fascinaba la revolución Francesa y, sobre todo, un personaje: Marat. Era un hombre extremista, decidido a todo. Ese pseudónimo político terminó siendo un pseudónimo literario.

Usted ha estudiado Filología Hispánica. En este campo, ¿en qué está trabajando ahora?

Estoy por publicar un estudio filológico de la poesía cruceña, desde la época del costumbrismo hasta la poesía contemporánea. Analizo, por ejemplo, todas las figuras literarias que utilizaron los poetas costumbristas, desde los años 20 hasta los años 70. A partir de los 70 comienza una poesía nueva en Santa Cruz; cambian las estructuras y las figuras poéticas. La poesía contemporánea cruceña rompió las estructuras del costumbrismo y comenzó a tomar modelos de las vanguardias. Así tenemos la poesía experimental de Luis Andrade, la poesía social de Reymi Ferreira, en su primera época; la poesía sarcástica de Mario Alberto Herrera y Renzo Gismonti; y Emma Villazón, que está haciendo una poesía metafórica. En la poesía cruceña contemporánea no hay un registro único, hay muchas voces y cada voz tiene su propia impronta.

* Nota publicada en Tendencias. Autor: Rubén Vargas