martes, enero 25

VALERIO, EL CARCELERO DE COLQUECHACA

Valerio Ramos, el carcelero
Escapar de la cárcel de Colquechaca es más sencillo que contar hasta 10. Y esto hace de esta prisión una de las más inseguras del país; no por la peligrosidad de sus reos, sino por la precariedad de la estructura que la alberga. La construcción de este recinto carcelario retrocede hasta los inicios de la República. Y es por ello que no es extraño evidenciar en cada rincón del lugar los estragos que ha causado el inclemente paso del tiempo: ya en los huecos en los techos de las celdas, ya en las derruidas y enanas paredes de adobe que la separan del mundo exterior.
“Esta carceleta se encuentra en un estado calamitoso. No guarda ni siquiera las mínimas medidas de seguridad”, lamenta el juez de esta población potosina, Jaime Vera Rodríguez, durante la tradicional visita carcelaria que ha reunido a las autoridades de Colquechaca. Pronto se suman a la quejumbrosa voz de Vera la del fiscal y la del representante de la Policía. Pero para Valerio Ramos Bastos nada de lo que se está esgrimiendo en esta reunión es novedoso ni, mucho menos, reconfortante. “Siempre nos quejamos. Pero como siempre, al final, queda todo igual”, dice. Y esto hace a Ramos un hombre infeliz.
Los candados violentados
Este potosino es el alcaide, único guardián e, incluso —algunas veces—, chef de esta prisión. Y si ya de por sí es riesgoso ejercer el oficio de carcelero, lo es más en este recinto presidiario que recibe a reclusos de toda la provincia Chayanta, en el norte de Potosí. La cárcel de Colquechaca tiene fama de ser la más vulnerable de la región. Prueba de ello son los candados violentados que se muestran en el patio de ingreso del lugar, como una especie de macabro souvenir.
Todos fueron cortados con serruchos. Y una vez quebrantada la cerradura de la única celda, el escape está asegurado a través de las rústicas paredes de adobe.
La última fuga, el 2009, la protagonizó una mujer: Carmen Hanco. Acusada de asesinar a su pareja, la indígena llevaba tres meses recluida en la cárcel de Colquechaca. Dada la falta de recintos adecuados —en realidad sólo se cuenta con una celda medianamente segura—, Valentino Ramos decidió encerrar a la mujer en la habitación destinada para él, para de esta forma evitar el contacto de Hanco con el resto de la población penitenciaria masculina. Sin embargo, la acusada aprovechó esta situación para escapar bajo el cobijo de la noche.
“Ella parecía estar tranquila, bien callada era. Ese día no tenía para la cena, así que le cociné algo. Yo me fui y la dejé encerrada en el cuarto. Se había cambiado, dejando su ropa tradicional para ponerse ropa ‘normal’. Después se había trepado por la pared y había caminado por el techo hasta llegar a la casa vecina y así se ha escapado. Al día siguiente me he sorprendido al ver la puerta del cuarto abierta y adentro no había nada, sólo su ropa”, narra Ramos.
El dormitorio VIP de los reos
Inmediatamente, el alcaide comunicó este hecho a las autoridades y comenzó una cacería que resultó infructuosa. Ni siquiera en su comunidad sabían nada acerca de su paradero. Parecía como si la tierra se hubiera tragado a Hanco. "De todo me han dicho. Que me había enamorado de ella y por eso la había dejado escapar. Que me había pagado con un ganado para que yo la dejara libre. ‘Tienes que atraparla, si no estás jodido’, me han amenazado”, narra el carcelero Valerio Ramos Bastos.
El alcaide se tomó la amenaza muy en serio y su desesperación le llevó a visitar al adivino más reconocido de la región. Se trata de Vicente Flores —más conocido como ‘Nañita’—, un predicador evangélico que en su tiempo libre se dedica a leer en las cartas el futuro de los demás.
“Me dijo que la Carmen estaba cerca de Colquechaca y que en tres meses iba a aparecer públicamente y que entonces sería arrestada. Eso me dejó más tranquilo, pero igual no dejé de buscarla”, narra.
Tal y como lo predijo Nañita, Hanco reapareció 90 días después de su escape, en Sucre. La fugitiva se había escondido en la casa de una viuda en la comunidad de Sora. Luego se trasladó a la capital de Chuquisaca para trabajar vendiendo helados. “Con mis propios recursos me he ido hasta Sucre y justo el día en que he llegado la encontré en la plaza principal trabajando con un carrito. Me reporté a la Policía de la ciudad y pedí apoyo. Pocos minutos después la arrestamos".
Texto: JB. Fotos: David Guzmán. Nota completa en ESCAPE

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