lunes, abril 18

ELIOT, EL HEREDERO DE GUARACHI

Eliot y su padre, Bernardo, en el estudio de Luis Fernández
Eliot Guarachi tuvo de todo en la vida, menos una niñez normal. Todos los recuerdos que atesora sobre sus días de infancia giran en torno a los nevados que engalanan la Cordillera Real. A los cuatro años, mientras sus amigos jugaban con sus papás en el parque, Eliot alcanzaba con el suyo la cima del nevado Charkini, a 5.500 metros sobre el nivel del mar. Esta experiencia marcó para siempre su existencia. Así lo asegura su padre, el destacado montañista paceño Bernardo Guarachi, el primer boliviano que alcanzó el pico del Everest (Himalaya).
“Fuimos al Charkini con unos turistas alemanes. Su mamá le había comprado unos zapatitos estilo montañista. Pensé que seguramente tendría que cargarlo, pero me sorprendió porque llegó con sus propios pasos hasta la cima. Lamentablemente, ahora él no es muy alto y es por esa vivencia. El médico me dijo que la altura a temprana edad afecta el crecimiento. Entonces, se puede decir que desde sus cuatro años mi hijo está marcado por las montañas”, asegura.
Con 24 años, Eliot tiene un currículum envidiable. A los 15 conquistó los 6.300 metros del Parinacota. Tres años después, tocó el techo de América del Sur, el Aconcagua (Argentina). De allí en más, como guía de turistas extranjeros, alcanzó en varias oportunidades picos como el Sajama, el Illimani, el Guallatiri y el Huayna Potosí, entre otros. Se especializó en Alemania y en Austria como guía de montaña y en esquí profesional.
A pesar de la experiencia acumulada, Eliot Guarachi se ha impuesto una meta ambiciosa: cumplir el sueño de su padre de escalar las montañas más altas del mundo. Se trata de alcanzar la cima de las 14 montañas existentes en el mundo a más de 8.000 metros sobre el nivel del mar. El jueves 14 de abril, el joven montañista se trasladó hasta el Tibet —junto a su progenitor— para superar el primero de esos picos, el Cho Oyu, que se levanta sobre los 8.200 metros de altura.
“Será su primer ‘8.000’. Y después él deberá continuar con mi sueño, porque para mí es muy tarde ya para hacerlo; creo que éste será mi último viaje. Mi hijo es quien debe continuar con ese objetivo”, exclamaba emocionado Bernardo Guarachi, un día antes del viaje que cuenta con el apoyo de la empresa Laboratorios Droguería Inti.

El legado Guarachi
Bernardo Guarachi nació hace 55 años en Patacamaya. Y hace más de 30 que optó por dedicar su vida al montañismo. Primero lo hizo como ayudante de emprendedores extranjeros que trabajan en el área del turismo y, posteriormente, como guía.
Su primer pico conquistado fue el Sajama. Entonces tenía 20 años. Dos años después encaminó sus pasos hasta Alemania, donde se formó profesionalmente en montañismo durante tres años. De retorno en Bolivia, el aventurero abrió la agencia de turismo receptivo Andes Expediciones, la cual desde los años 80 viene ofreciendo expediciones hacia las distintas montañas que forman parte de la Cordillera Real. Su fama como guía le sirvió para encabezar la misión que logró rescatar los restos del Boeing 727 de la empresa Eastern Airlines que había chocado con el Illimani en 1985.
“Fue la primera vez que sentí tanto miedo. Observaba los fierros retorcidos de la nave desparramados en la nieve y me daba cuenta de que tantos pasajeros habían muerto allí, donde yo estaba parado”, rememora. Pero no sería la última vez que aquella sensación dominaría el cuerpo del alpinista. En 1994, el temor que genera la proximidad de la muerte lo alcanzó a 8.200 metros, en la montaña Everest. “Estaba solo en mi carpa una noche. Sin embargo, yo sentía que estaba rodeado de varias personas; incluso las llegaba a ver. A esa altura es casi imposible dormir, entonces sabía que no podía ser un sueño. Era mi mente que, debido a la falta de oxígeno, me estaba jugando una mala pasada. Me dio miedo, porque sentía que mi mente me anunciaba que estaba a punto de perder la vida. Me costó mucho el armarme de fuerza y poder lograr recuperar la cordura”.
Al final, Guarachi lo logró, pero no alcanzó la cima del nevado —a 8.800 metros—, debido al mal clima. El montañista tuvo que esperar cuatro años para cumplir su objetivo. Con 45 años, Guarachi se convirtió en 1998 en el primer boliviano en realizar la hazaña de tocar el techo del mundo.
Eliot infla el pecho cada vez que su padre revive aquella experiencia, aunque recuerda que la carrera de su progenitor está llena de proezas. Guarachi ostenta el récord de mayor escaladas a la cima del Illimani, lo hizo 186 veces. Conquistó los cinco picos más altos del hemisferio sur: Aconcagua (Argentina), Ojos del Salado (Chile), Huascarán (Perú), Sajama (Bolivia) y Chimborazo (Ecuador). Además, de las 14 crestas existentes en el mundo sobre los 8.000 metros, alcanzó dos; también del Everest, el Makalu. Estos dos colosos asiáticos forman parte de la trilogía de montañas más altas que se alzan en la zona del Himalaya. Ahora, Guarachi quiere alcanzar la cima del último de los tres montes, el Cho Oyu.
La tarea es complicada. Han pasado 12 años desde que el montañista subió a una altura superior a los 8.000 metros. “Veré cómo soporta mi cuerpo”, dice. Sin embargo, su hijo confía en que su padre llegará junto a él a plantar la bandera boliviana en la cúspide de la montaña. “Más que la fortaleza física, se requiere de fortaleza mental. Y mi padre la tiene”, afirma convencido.

El arte del escalado
Erlan es el único de los tres hijos de Guarachi que ha seguido sus pasos. Andrés se dedica al baile flamenco, mientras que Jonatán se ha decantado por la música. “Tiene su grupo de guitarra donde toca música medio loca”, dice Guarachi al referirse al rock and roll.
“Ser montañista fue una elección casi inevitable. Desde pequeño siempre acompañaba a mi papá en sus viajes. Pero como esto afectaba a mi crecimiento, dejé de ir hasta que tuve cierto desarrollo. Ahora no me imagino haciendo otra cosa”, asegura Erlan.
Los deportes sobre la nieve son la pasión de este joven paceño, en especial los relacionados al esquí de montaña. “Ahora estamos trabajando con un grupo de compatriotas para relanzar el esquí boliviano. Estamos apuntando a poder representar al país en competencias internacionales en la región y, para el 2014, llegar hasta las olimpiadas. Es muy difícil el entrenamiento, ya que Bolivia no cuenta con una pista profesional. Sin embargo, queremos demostrar que hay buenos esquiadores bolivianos”, manifiesta.
Los entrenamientos con los deslizadores tendrán que esperar hasta mediados de mayo, cuando se prevé el retorno de la expedición boliviana a Nepal. Erlan sabe que junto a su padre deberá enfrentar situaciones límite en esta expedición. Arriba de los 6.000 metros sobre el nivel del mar el organismo sufre diversos trastornos. Cefaleas, síntomas gastrointestinales, debilidad o fatiga, inestabilidad o vértigos, trastornos del sueño, entre otros, atacan a los montañistas en las alturas.
“La falta de oxígeno afecta. En la altura se puede comparar al montañista con un niño que está aprendiendo a caminar y a hablar. A pesar de ello, el paceño de 55 años asevera que recupera la salud en la altitud en varias ocasiones. “Arriba de los 4.000 metros, en los nevados, se halla la parte más sana de la Tierra. No hay contaminación, el aire es puro, no hay enfermedades y, debido al frío, las cosas nunca no se echan a perder. Es un pequeño planeta virgen donde yo podría vivir tranquilamente”.
Guarachi se muestra agradecido por lo que le ha brindado el montañismo, pero es consciente que tuvo que realizar sacrificios.
“He llegado al continente asiático, al Polo Norte y a Europa, pero este oficio ha afectado la unión familiar. Por estar en las montañas me he perdido muchas cosas de mis hijos y ellos me lo han reclamado”, reflexiona.
Con todo, Bernardo Guarachi ahora está decidido a hacer de su hijo, Erlan, el montañista más completo del país. “Tiene que seguir con esta pasión. Yo, si sigo a este ritmo, tengo unos 10 años más (de montañismo). Quisiera que mi último pico escalado sea el Sajama, donde todo comenzó para mí”.
Texto: J.B. Nota publicada en Escape

1 comentario:

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