Franz Tamayo es, a no dudarlo, uno de los personajes más fascinantes y polifacéticos de la historia boliviana y, por ende, fiel reflejo de las luces y sombras de quienes protagonizaron una de las épocas más convulsas de nuestra historia.
Ya desde la pluma literaria, la crítica periodística, el ensayo intelectual o el curul parlamentario, Tamayo fue parte ineludible de las paradojas de una Nación que no lograba consolidarse como tal. Engrosó la mezquina clase política boliviana que, entre otros, llevó al desastre a Bolivia durante la Guerra del Chaco; fue una de las pocas celebridades bolivianas reconocidas por las letras americanas; orgulloso de su sangre india y defensor de la creación de escuelas indígenas; impulsor de proyectos como el de Ley Capital contra "tiranos y sus cómplices", pero voz callada ante la dictadura militar que se instauró tras la caída de Salamanca... Así de múltiples las facetas y paradojas de Tamayo.
Lo resumió muy bien en 1942 Fernando Diez de Medina en su obra “Franz Tamayo-Hechicero del Ande”, biografía que provocó -entre Tamayo y Diez de Medina- una de las polémicas más memorables y sabrosas que se hayan dado en las páginas de los periódicos bolivianos. Entonces el joven perfilador aseguraba que Tamayo representaba en grado extremo nuestras virtudes y nuestros defectos; nuestros aciertos y nuestros errores. “Acercarse a Franz Tamayo es acercarse a Bolivia. ¡Tanta y noble fuerza en dispersión! Todo cuanto nos impidió ser potencia en más de un siglo, está intrínsecamente contenido en el gran mestizo”, escribía Diez de Medina.
A pesar de lo señalado, hay que decir que la vida y la obra de Tamayo son desconocidas por el grueso de lxs bolivianxs. Fuera del mítico retrato que acompaña el billete de 200 bolivianos, Tamayo es hoy una figura arrinconada. Claro, se dirá que esto sucede con la mayoría de nuestros personajes y con nuestra propia historia... Vaya menudo consuelo para socapar nuestra vergonzosa actitud.
Es por ello que hay que celebrar una y mil veces cuando desde las artes se busca sacarnos de ese letargo, cuando se intenta aproximarnos a personajes de la talla de Tamayo, cuando se nos empuja a que enfrentemos al espejo. Y es que, ¿quién mejor que un artista para, desde sus sensibilidades, buscar adentrarnos a un tiempo y a un personaje que nos hablan de quienes somos?
Sí, hay que celebrar la osadía del dramaturgo Percy Jiménez de encarar desde el teatro la figura de Franz Tamayo y que lo haga desde las raíces de un hecho trágico de la que Tamayo fue participe como parte afín del oficialismo: Chuspipata, donde habían sido fusilados y arrojados a un barranco, en medio de la noche, varios bolivianos de prominente actuación en la vida pública. Osadía la de Jiménez no sólo por arriesgarse a desempolvar del olvido al intelectual, escritor y político, sino por adentrarnos en las profundidades de un ser abatido por las circunstancias y en las paradojas nacionales. Se trata de una osadía de la que Jiménez, y el elenco que dirige (Freddy Chipana, Miguelangel Estellano, Mauricio Toledo y Bernardo Rosado), salen airosos.
“Tamayo” es una obra que hay que ver. Es una pieza breve pero potente que nos enfrenta a heridas que, como sociedad, no hemos cerrado aún. Quizás porque nos da miedo ver nuestro verdadero rostro reflejado en una época, y en personajes, que han marcado nuestro sino como país.
“Potencialmente, Tamayo es lo que no pudo ser, lo que es y lo que debe ser Bolivia. No el indio puro, silencioso y pasivo. No el blanco declinante del resabio colonial. El gran mestizo, mezcla de razas, almas y culturas, penetrado de ambición y de energía, que absorbe la forma europeoanglosajona para abrir cauce más rápido a una cultura americana en gestación”, escribía Diez de Medina.
Valga la ocasión para que, saliendo del teatro, nos animemos a adentrarnos más en la vida y en la obra de este personaje imprescindible para comprender lo que somos como bolivianxs.
Valga la ocasión para que, saliendo del teatro, nos animemos a adentrarnos más en la vida y en la obra de este personaje imprescindible para comprender lo que somos como bolivianxs.
* Caricaturas extraídas del libro "Yo fui el orgullo", de Mariano Baptista Gumucio.
Otra nota sobre el autor: El trono de piedra de Franz Tamayo
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