No hay buenos ni malos
en esta película. Los protagonistas de "Nader y Simin, una separación"
reaccionan guiados por las circunstancias: mienten, ocultan cosas y
manipulan a los demás con tal de proteger su mundo y sus convicciones.
¿Te suena familiar? Pues esa es la gran virtud de esta cinta iraní, triunfadora el 2010 del Festival de Berlín. La película de Asghar Farhadi
retrata nuestra condición humana sin maniqueismos y con una simplesa
que conmueve. Pero a no engañarse, desde la aparente simpleza de este
drama familiar se desata un aluvión de complejidades y cuestionamientos
(morales, religiosos, económicos y políticos) que aguijonean al
espectador y lo mantiene en vilo durante las dos horas del metraje. La
cinta, que se proyecta en Multicine, sin duda ya se ha encaramado entre
las mejores obras que se verán este año en La Paz. Y eso se debe
agradecer llenando la sala.
Ay!! esa puerta que se cierra. Sólo alguien que está atravesando el duro trance de una separación
y que ha dejado su hogar entenderá el impacto en el alma cada vez que
la puerta del departamento de Nader y Simin se cierra, condenando con cada portazo la posibilidad de reconciliación de la pareja. No es casual
la intensionalidad del director de hacer que el eco de ese sonido sea
percibido con mayor magnitud por Termeh, la hija adolescente de ambos. Suena a un abuso efectista, pero no es así.
Nader y Simin son un matrimonio que, junto a su hija Termeh, deciden abandonar Iran en busca de una vida mejor. Sin embargo, él se echa atrás por temor a abandonar a su padre, a quien le han diagnosticado Alzheimer. Ella, disgustada, decide pedir el divorcio y, al no serle concedido, se muda a vivir con sus padres. Las cosas se complican cuando Nader, quien se queda con la niña, contrata a una mujer para ayudarle con el cuidado de su padre. Un buen día, al llegar a casa, se encontrará al anciano atado a la mesa y, a partir de ahí, todo dará un vuelco en su vida y en la de la pequeña Termeh.
El director iranì, con el galardòn de la Berlinale |
La
lucha por lograr equilibrio entre justicia y moral se multiplica en
esta cinta, filmada enteramente en Irán. Con (¿premeditada?) naturalidad, Farhadi
presenta lastres del tradicionalismo religioso y político de su país. Y
quizás, paradójicamente, ese retrato del conservadurismo iraní le ha
permitido mantener su trabajo creativo dentro de su país sin mayor censura. No ha pasado
lo mismo con otros realizadores iraníes como Jafar Panahi,
detenido bajo arresto domiciliario y condenado a 20 años sin dirigir
películas, acusado por "conspiración y propaganda contra el gobierno".
Con todo, a
pesar de las diferencias culturales, "Nader y Simin, una separación" es
una película universal, gracias a un inteligente guión y la soberbia
actuación de los protagonistas, tan honestas que uno no puede dejar de
justificar sus acciones por más que toquen valores morales
fundamentales. Por qué, al final, ¿qué no haría uno con tal de proteger
aquello que ha construido? o ¿destruirlo con la misma convicción?
Lo cierto es que la separación de una pareja desata demonios difíciles de atar y trastoca el mundo. Las réplicas del terremoto escapan del íntimo círculo del hogar para afectar directa o indirectamente a todo el entorno. Es un trance demasiado duro. Por más que el tiempo pase, las cicatrices permanecen a flor de piel y sangrantes. Uno no deja de preguntarse si fue la mejor decisión, si aún existirá posibilidades de rearmar la relación que nació invencible y que de a poco se fue marchitando.
¿Hay recetas para reconciliar corazones rotos? Pues no las encontrarás en esta película, como tampoco las hay en la vida real. Farhadi se muestra alejado de moralismos y presenta en la pantalla las posiciones encontradas de los protagonistas como si de un periodista se tratara. Porque como en la vida que nos toca vivir, en esta cinta no hay buenos ni malos. Cada espectador se arrimará a quien le parezca según su propia realidad. Así como, al final del filme, la hija de Nader y Simin, frente al juez de familia, decidirá con cuál de sus progenitores pasará el resto de su adolescencia. Por mi parte, yo aún no lo decido.
¿Hay recetas para reconciliar corazones rotos? Pues no las encontrarás en esta película, como tampoco las hay en la vida real. Farhadi se muestra alejado de moralismos y presenta en la pantalla las posiciones encontradas de los protagonistas como si de un periodista se tratara. Porque como en la vida que nos toca vivir, en esta cinta no hay buenos ni malos. Cada espectador se arrimará a quien le parezca según su propia realidad. Así como, al final del filme, la hija de Nader y Simin, frente al juez de familia, decidirá con cuál de sus progenitores pasará el resto de su adolescencia. Por mi parte, yo aún no lo decido.
3 comentarios:
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