martes, agosto 31

LUIS GARCÍA MEZA PIDE PERDÓN POR SUS 'ERRORES'

Los nombres de los militares que planificaron la masacra de la calle Harrington y la razón que provocó el asesinato de Luis Espinal, son parte de los temas tocados en el libro ¡Yo dictador!
Opiniones a favor y de rechazo provocó la presencia de la publicación en la Feria del Libro de La Paz. “Algunos nos criticaron, otros lo compraron con mucha curiosidad”, señaló la responsable de librería El Pasillo. ¡Yo dictador! se presentará de forma oficial este miércoles, a las 10.30, en el edificio De Col (Av. Montes 768).
García Meza ofrece su versión sobre los hechos que le llevaron al poder en 1980 y sobre las acusaciones en su contra. En el caso de Marcelo Quiroga Santa Cruz, no se brindan datos que ayuden a conocer el paradero de sus restos. Sobre la muerte de Luis Espinal apunta a oficiales de la Fuerza Aérea y señala que “se debió a que escarbó, quizás imprudentemente, desde su revista, la malversación de unos dineros destinados para la compra de un avión” para la FAB.
Revela que Hugo Banzer le presionó para que llevara a cabo un golpe para evitar el juicio que impulsó Quiroga en su contra. “Su temor al litigio era atroz y podía hacer cualquier cosa con tal de parar el juicio”, señala y deja entender que el ex dictador planeó la muerte del líder socialista.
Dice que la asonada que le llevó al gobierno fue el resultado de un complot del MNR, entonces en el poder, para evitar que la UDP, que ganó las elecciones, asumiera el poder.
El ex presidente de facto accedió a responder un breve cuestionario sobre su libro.

"No me caba más que pedir perdón por los errores que cometí"
—Por qué presenta el libro ahora?—
—Escribí el libro durante un periodo de cuatro a cinco años, en los cuales, a medida que se sucedía la evolución histórica, iba aclarando los hechos para que la opinión pública los conociera en su verdadera dimensión. Esperamos mucho tiempo para su presentación por diversas circunstancias o causas. Una de ellas a pedido del general Banzer, quien mandaba a diferentes intermediarios con el objetivo de evitar que la ciudadanía conozca la verdad de los hechos.
— En el libro asegura que Banzer le pidió, incluso hasta llegar a las lágrimas, que usted lleve a cabo el golpe de 1980.
— Sí, el general Banzer era el más interesado en que se efectué el golpe del 17 de julio de 1980, porque así evitaba el juicio de responsabilidades que le seguía Marcelo Quiroga Santa Cruz.
— ¿Por qué algunas de las revelaciones que hace ahora no las hizo antes, o durante su juicio de responsabilidades?
— Hice todas las revelaciones, pero no fueron tomadas en cuenta porque claramente se trataba de un juicio político y antes de empezar yo ya estaba sentenciado.
— Se revela en el libro sobre delitos de otras ex autoridades realizados antes del golpe. ¿Por qué no les inició proceso?
— No me correspondía, al ser presidente de la Junta de Comandantes.
— ¿Cómo quisiera usted pasar a la historia?
— Yo paso a la historia como defensor de la patria, en un tiempo en que ésta se encontraba en peligro. Y principalmente como defensor de las instituciones del Estado. Con el golpe del 17 de julio de 1980 dimos paso a que se instaure la democracia en Bolivia, y de esa manera evitar los presidentes interinos y el empantanamiento del Congreso.
— ¿Qué les diría usted a las nuevas generaciones que tienen un concepto negativo sobre su gobierno?
— Les diría que se informen y lean la historia, no sólo la escrita en forma parcial, sino que hagan un análisis de lo realmente sucedido en el periodo de las FFAA.
— ¿Asume la responsabilidad por los hechos que se sucedieron durante su mandato?
— Sí, soy responsable, pero no robé ni maté. No me cabe más que pedirle perdón a mis compatriotas por los errores y omisiones que cometí en mi mandato, en el que actué con el corazón del soldado más que con el pensamiento claro y la experiencia política necesaria.
Nota y entrevista: J.B. Caricatura: Trond. Publicado en La Razón http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=116906&a=1&EditionId=2269

jueves, agosto 26

La película más asquerosa de la historia

Dos turistas americanas son secuestradas durante su idílico periodo estivo en Alemania por un maléfico cirujano con tendencias nazis especialista en separar siameses. Arranca The human centipede (el ciempiés humano) y una de las películas-impacto que más bolsas de plástico está llenando en los cines de medio mundo. En España esta película holandesa rodada por Tom Six se pudo ver en el pasado Festival Internacional de Sitges y después de su estreno en el Reino Unido el pasado 4 de agosto ha sido recibida por medios como la BBC , The Guardian o el sensacionalista The Sun como una de las películas más asquerosas de la historia del cine.
El maléfico cirujano tiene un plan. Quiere hacer que tres personas, las turistas americanas y un pobre desgraciado japonés, estén conectados los unos a los otros por sus organismos haciendo que el sistema digestivo de uno alimente a otro y que el sistema de ese otro alimente al último vía sonda implantada en la boca. O, como juntar coprofagia con fantasías de quirófano, casquería y mutilaciones en el último eslabón del cine repulsivo. Aviso a escépticos, la película se anuncia con la siguiente frase promocional en letras mayúsculas: "¡Es médicamente posible al 100%!"
Para la crítica se trata de "una estupidez" según el Time Out de Nueva York o "una película única en su género" según Entertainment Weekley. Afamados críticos como Roger Ebert del Chicago Sun Times se negaron a calificar la película y en el Reino Unido se habla de lo más abyecto que ha salpicado las pantallas mientras se contextualiza con otros clásicos de la amoralidad fílmica como Saló o los 120 días de Sodoma de Pasolini o Freaks de Todd Browning. Aquí, Nacho Vigalondo se declara fan confeso de la película y destaca que "es difícil pensar en algo tan disparatado y horripilante. La película tiene muy caligrafía."

En declaraciones a la BBC, su realizador, antes realizador en el reality Gran Hermano de Holanda, anuncia una segunda parte que se rodará en el Reino Unido "con un ciempiés de doce personas", asegura que a pesar de las reacciones de asco en todo el mundo "en Japón se rieron durante toda la película", y que la película hay que leerla como una crítica a las atrocidades que los médicos nazis cometieron durante la Segunda Guerra Mundial. Para muchos será otro timo más concebido a base de titulares express. Sin embargo, para otros, ojo a la blogosfera, se trata de otro escalafón más en el género llamado torture porn que ha encumbrado grandes burradas como Hostel de Eli Roth, Martyrs de Pascal Laugier o Wolf Creek de Greg McLean. Sea como fuera, la película ya tiene el recorrido asegurado en el circuito de DVDs y, síntoma fama y poder en la postmodernidad,ya tiene videojuego online y ya hay remake porno previsto para octubre de 2010: The Human Sexipede. * Nota publicada en El País de Madrid

martes, agosto 24

Amor, lo confieso: te engaño con un par de reinas

De vicioso y adicto no me bajan últimamente. Y es que debo confesar que el bichito del poker se ha incrustado en mis huesos como el reumatismo lo hizo en los cansinos cuerpos de todos mis antepasados. Noche a noche me desconecto del mundo para entregarme a la dictadura de las cartas en alguno de los locales en La Paz que ofrecen torneos de texas hold’em. Mi esposa asegura que ya soy un caso perdido y que un día de estos terminaré apostándola a ella en la mesa de juego (tal idea, debo decir, no me desagrada en algunas ocasiones).
Me seduce el aurea clandestina que emana de este juego y los seres que la habitan. Después de todo, a diferencia de otros países de la región, en Bolivia el poker es visto con mucho recelo, debido a la poca tradición en los juegos de cartas y la mala fama de los dueños de los casinos. Decir que uno es cultor de esta actividad es como presentarse como artista de rock ante el padre de tu novia.
Practico el poker hace un año, lo que me convierte en un simple amateur que está pagando su derecho de piso. Ser considerado un profesional requiere de años de práctica. Y una vez en ese Olimpo, el resto es una pipoca.
Me fascina, ante todo, como en una mesa de poker se resume una sociedad; en este caso, la boliviana. Allí está Sergio, el exitoso empresario que ostenta sus cadenas de oro y una billetera saludable y que se toma su tiempo para elaborar estrategias de juego que lo lleven a la cima. A su lado, Carlos, el dirigente estudiantil de tendencia trotskista que periódicamente organiza marchas en contra del capitalismo y que no teme pagar cualquier apuesta, aunque esto lo lleve a abandonar la mesa del torneo de forma rápida y violenta. A mi derecha se sienta Manuel, el político en ciernes que no deja pasar ninguna ocasión para blefear (mentir) sus juegos, por más malos que estos sean. Y casi siempre, hay que decir, sale victorioso. A su lado, Roxana, la viuda cincuentona que no encuentra mejor forma de gastar la pensión de su difunto que reiceando (apostando) cada vez que tiene un buen par de cartas en la mano. A ella, sin embargo, no le interesa ganar; tiene una urgencia mayor, matar su soledad. Y, claro, allí estoy yo, el que cuenta sus historias a través de notas periodísticas y que sueña con algún día salir de la pobreza ganado un torneo de poker en Las Vegas.
Pero las diferencias que acabo de mencionar se quedan afuera de las puertas del local. Aquí, en la mesa del torneo, los 10 jugadores están despojados de cualquier ventaja o desventaja social. No hay diferencias que valgan. Todos ingresamos con la misma cantidad de fichas y las mismas posibilidades de salir victoriosos o de salir derrotados. ¿Acaso no sería lindo que la vida sea así de sencilla? Lamentablemente no es así.
Pese a lo que se cree, el poker es un juego de estrategias; la suerte y el azar en las mesas de juego son demasiado pasajeros y escurridizos. Y como todo en la vida, aquí hay que pensar para ganar, dominar la mente de tu oponente para derrotarlo. En definitiva, no interesa mucho las cartas que tenga tu oponente, sino las que tú le hagas creer a él que tienes en tus manos.
Y, bueno, tanto hablar de poker ya me encendió al bichito. Los dejo, porque tengo una cita con un par de reinas (Q, Q).

miércoles, agosto 18

Pepe Murillo, ese hualaycho de la música

José Eduardo Murillo Mendizábal se hizo músico para poder conquistar muchachas. Corrían los primeros años de la década de 1960 y, armado de su guitarra, un adolescente Pepe Murillo (1947) recorría, junto a sus amigos, las calles de la Riosinho interpretando boleros para robar el corazón de sus vecinas. “No éramos agraciados físicamente, entonces decidimos cantar serenatas para conseguir chicas... Y la verdad es que nos fue bien”, rememora el artista potosino, que este año celebra medio siglo de vida artística.
“50 años, ¡qué grave!”, masculla este paceño de corazón, cuyo destino musical fue sellado desde las oficinas de un banco. Y es que vivir del arte no se hallaba en los planes del joven Murillo. “Yo tenía otras aspiraciones entonces, quería ser gerente de alguna empresa. Y el mejor lugar para aprender eso era desde un banco”, dice.
Y así, sin importar que junto a sus amigos de barrio —Rolando Quiroga, Emilio Guachalla, Óscar Mondaca y Héctor Vásquez— hubiera llegado a tocar en radios y otros escenarios paceños, Murillo decidió cambiar la guitarra por los documentos contables del departamento de Cuentas Corrientes del Banco Mercantil. De allí saltó a las oficinas del Bank of America. Para entonces, Murillo realizaba presentaciones artísticas de forma esporádica, como invitado de la agrupación de su amigo de infancia, Carlos Palenque Avilés.
Sin embargo, todo cambió el día en el que su jefe le convocó a su oficina para informarle que “por su bien” lo despediría.
— Tienes que irte del banco.
— ¿Estoy fallando en algo?
— Sí, estás fallando en la proyección de tu vida. Tienes un gran futuro en la banca, como la pueden tener muchos. Pero, de mil personas, sólo una puede ser realmente un artista. Y tú eres una de ellas.
Las palabras de Leroy Martínez se mantienen vivas en la memoria de Murillo, como el día en el que dejó su oficina en el banco. Carlos Palenque siguió su ejemplo y abandonó su puesto en una entidad estatal. Nacía entonces una de las agrupaciones más importantes en la historia de la música nacional: Los Caminantes. Al proyecto se sumó Tito Peñarrieta, quien luego fue reemplazado por Percy Bellido.
Vestidos con el traje del ch’uta paceño, los músicos recorrieron escenarios nacionales e internacionales. Sus discos fueron editados en varios países. Canciones como La cueca del caminante, Lloré por ti y Sed de amor pronto se enmarcaron entre las más escuchadas en las radios.

* Fragmento de la nota publicada en la revista Escape: http://www.la-razon.com/version_es.php?EditionId=2131&ArticleId=158&a=3

lunes, agosto 9

La tía quiere matar

Mi tía quiere aprender a matar. Y yo digo que es nomás influencia de la televisión. Ni bien doña Marisol vio en la pantalla a un grupo de campesinas adultas dentro del campo de entrenamiento del regimiento militar Manchego (Santa Cruz) —ensuciando en paso comando sus coquetas trenzas y luego disparando un fusil del Ejército boliviano—, que me dice: “¡Yo también quiero!”, “¡Yo también quiero!”.
Primero intenté persuadirla por el lado del miedo. “Malitos suelen ser los instructores militares. Cuando no le atinas al blanco, con tolete suelen cascarte las nalgas”. No hubo respuesta. Entonces insistí: “Además, para qué quieres aprender a disparar, pues; ¿por ahí te llega a gustar? ¿Por ahí en asesina te conviertes?”. Nada; definitivamente, nada. Es más, ni me escuchaba. Sus ojos estaban hipnotizados por la Tv. En esa pantalla que mostraba a los uniformados mansitos, mansitos —como maestros de escuelita— enseñando a las flamantes reclutas de los movimientos sociales a enfocar el objetivo y aguzar la puntería. Una de las soldados de mediana edad se mostraba totalmente concentrada, con el ceño fruncido, embelesada en la mira del fusil.
Me puse a pensar en quién pensaría esta mujer a la hora de apretar el gatillo. Me acordé que en el cuartel, en los años 90, nos enseñaban a cargar cada bala en la cámara del arma poniéndole previamente el nombre de un objetivo deseado, tanto para los intereses de la patria como los personales. “¡Un chileno!”, “¡Un paraguayo!”, “¡Mi suegra!”. La trilogía se repetía una y otra vez en la voz de mando en el instante mismo de disparar. Esos eran entonces los objetivos. Pero, ¿qué nombre le habrá puesto esta mujer al destino de su bala? Quizás ni sabía leer, pero allí estaba, aprendiendo a matar hombres.
Sin quererlo, ahora yo estaba cautivado con las imágenes. De pronto se oyeron los tiros, de pronto la voz de un oficial respondiendo al cuestionamiento de la periodista. “El objetivo de esta instrucción a civiles es que en las comunidades campesinas puedan reaccionar y organizarse ante la eventualidad de un ataque armado a Bolivia”. ¿Ataque armado? ¿De quién? ¿Está Bolivia amenazada realmente? ¿Qué información nos ocultan? ¿Será capaz el novel ejército de movimientos sociales de detener una invasión extranjera con los vetustos fusiles FAL? ¿Cuál es la verdadera razón para entrenar militarmente a campesinos?
Una a una las preguntas se agolpan en mi cabeza, mientras de repente veo a mi tía apuntándome con un palo de escoba desde la puerta de la sala. “Cuándo llegará la instrucción a civiles a la ciudad, ¿no?; me quiero inscribir”, me dice. Luego remata: “¡piuf!”, ¡piuf!. Un aire frío se apodera de mi cuerpo, ¿acaso estoy muerto?

Texto: JB. Foto: La Prensa. Publicado en la columna sindical de La Razón.

¡Help! Una diosa está a mi lado

Sudan. Mis manos sudan. Una diosa acaba de sentarse a mi lado en el trufi y yo sólo atino a segregar mi timidez, mientras rozo su cuerpo impulsado por el vaivén del vehículo. ¿Qué? ¿Qué no sabes que es un trufi? Te explico. Es un medio de transporte público muy particular que conecta el centro de La Paz con la zona Sur. Los choferes de los trufis utilizan el tradicional sedan de cuatro puertas de Toyota. Claro, para ganar más dinero, habilitaron un “asiento” (mejor dicho, un almohadón) extra en la parte delantera del coche. Así que olvídate de la idea original de aquel diseñador japonés que tardó años concibiendo un auto que transportara de forma cómoda a cuatro personas, aquí el ingenio criollo le agregó espacio para un pasajero adicional. Ahora, ¿entiendes mi problema? Aquí estoy, en medio del sándwich, sin poder mover nada más que la cabeza, más apretado que una sardina en lata de conserva.
A mi lado izquierdo, el oloroso chofer del trufi que aporrea una y otra vez mi rodilla, cada vez que cambia la velocidad en la caja de cambios. Mi lado izquierdo se siente invadido.
Y a mi derecha, una veinteañera que huele a primavera y cuyas pierna y brazo izquierdos me chocan, me golpean con el bamboleo del coche. Mi lado derecho quiere invadir.
Ella tiene suavecita la piel, eso me informa ese pedacito de brazo que la roza de rato en rato. Y parece que tiene… No, no, sí tiene amplias caderas y parecen querer fundirse a las mías cada vez que el trufi encara una pronunciada curva. Cierro los ojos e intento disfrutar de este momento a su lado y, al mismo tiempo, busco aislar de mi mente la molesta presencia del cuerpo del chofer. “Cosa rara la piel, el cuerpo”, me digo. Sólo bastaron pequeños contactos para desencadenar una reacción física y mental de imprevisible final.Y estas manos que no dejan de sudar. En sí, todo mi cuerpo parece haberse transformado en un ente líquido.
Curvas que van, curvas que vienen. No cabe duda que decenas de batallas de orden corporal se gestan a lo largo del día en el asiento delantero de un trufi.
En este caso, el cuerpo del quinto pasajero —o sea, el mío— busca a toda costa escapar del contacto con las regordetas extremidades del conductor, batalla, debo confesar, harto perdida.
Del otro lado, en cambio, ya se ha entablado un diálogo interesante entre los vellos del brazo mío con los de la veinteañera de olor primaveral. Se hablan, se tocan. “Por algo hay que comenzar”, me conforto.
De pronto llega el abrupto final. “¡Bajo en la esquina!”, le dice la muchacha al chofer. El trufi para, la diosa baja y mi cuerpo ya no suda, ahora llora.
Texto: JB Foto: La Razón / Publicado en http://superdemokraticos.com/es

lunes, agosto 2

LILIANA COLANZI RECALA EN EL RELATO

La cruceña Liliana Colanzi presentó la anterior semana en La Paz su primer libro de cuentos, Vacaciones permanentes. A continuación la entrevista completa realizada para Tendencias.

Incursionas con Vacaciones permanentes en el cuento. ¿Qué te llevó a este género?
Del cuento me gusta el desafío de contar historias y transmitir emociones en la menor cantidad de palabras. El cuento tiene un ritmo y una respiración distintas a las de la novela: se necesita una mayor precisión y economía. En un cuento no se puede desperdiciar una sola palabra; cada escena debe estar al servicio de la historia, cada línea tiene que sentirse como un latigazo. En ese sentido, he aprendido de autores como Junot Díaz, Denis Johnson, Hemingway, Salinger, Natalia Ginzburg (esta última autora de novelas breves).
Te desempeñaste como periodista por mucho tiempo, ¿En cuál universo te sientes más cómoda, en el de la crónica periodística o en la literatura?
Cada género me da algo distinto. La ficción me obliga a explorar dentro de mí misma, a enfrentarme con mis propios fantasmas. La crónica periodística me saca del autismo y me obliga a envolverme en la vida de los otros. También creo que, bien tratada, la crónica puede ser una forma de alta literatura. La crónica que me interesa es precisamente la que se lee como un cuento, la que utiliza todas las técnicas de la ficción para contar una historia verdadera, la que se preocupa por la forma, la cadencia, la tensión de la narración. Leila Guerriero y Gabriela Wiener son excelentes ejemplos de autoras que no necesitan escribir cuentos para hacer literatura. Vacaciones permanentes traza su comienzo en 1997 ¿Es intencional el uso de esta fecha?
Escogí arrancar en 1997 porque ese año sucedieron hechos simbólicos de todo tipo en el país: reelegimos a un ex dictador por la vía democrática, exhumaron los restos del Che Guevara, llegaron las McDonald’s en medio de la euforia general … El modelo neoliberal estaba a punto de resquebrajarse, pero la vieja guardia se resistía a reconocer los cambios sociales que estaban ocurriendo. La confusión de fin de milenio es el telón de fondo del primer cuento, que trata de la crisis de una chica de dieciséis años que es incapaz de conectar con el mundo que la rodea. En cuanto a la importancia de los 90, los que crecimos durante esa década no estuvimos unidos por una causa común; de ahí que existe un sentido de la individualidad más marcado que en anteriores generaciones.
Otro tema recurrente es el de los conflictos familiares. ¿Por qué ese interés?
Porque es en la familia donde se fermentan los odios y los amores más intensos, y donde suelen ocurrir las cosas más terribles. Cada familia tiene un cadáver en el clóset.
En el libro se muestra una mirada desencantada de la juventud hacia su entorno y a su realidad. ¿Sientes que esto se refleja entre los jóvenes del país?
Sería imposible hablar por todos los jóvenes del país, pero sí me parece que la excesiva politización del país produjo una especie de asfixia entre algunos jóvenes que querían dedicarse a otra cosa, y quizás esto haya ocasionado cierta actitud escéptica o apática.
¿Se siente parte de la corriente de jóvenes escritores que busca alejarse de la ruta literaria trazada por los escritores del boom?
No siento en absoluto que tenga que escribir “en contra” o “a favor” del boom o de ninguna otra corriente literaria. No se puede negar la importancia y la influencia de los autores del boom, pero no creo que me representen. Me siento más cercana a la prosa y la sensibilidad de algunos autores norteamericanos contemporáneos que a los autores del boom.
¿Cómo ve la escena literaria boliviana contemporánea?
Muy variada, vital, receptiva a las exploraciones formales y temáticas, más despojada de compromisos, trabas y tabúes. Existe, por fin, la conciencia de que no hay una forma única de escritura, de que el espacio está abierto para los autores realistas, fantásticos, de horror, de aventura, costumbristas… El hecho de que haya por lo menos cinco autores bolivianos publicando en el exterior (Giovanna Rivero, Rodrigo Hasbún, Edmundo Paz Soldán, Maximiliano Barrientos, Wilmer Urrelo) es un síntoma del gran momento por el que atraviesa la literatura boliviana.
Conductas erráticas despertó cierto debate en algunos ámbitos periodísticos del país. ¿Qué opinas de este hecho?
El debate siempre es positivo, porque otorga visibilidad a ciertos temas de los que quizás no se hablaba antes. En el caso de la antología Conductas erráticas, generó una discusión sobre los alcances de la no-ficción y sobre si un escritor podía o debía inmiscuirse en el periodismo. Como ya lo he mencionado, considero que la literatura y el periodismo no son géneros antagónicos y que se alimentan mutuamente. El debate era necesario y Conductas erráticas puso por primera vez el tema de la no-ficción sobre la mesa.
¿Se está explotando el periodismo literario en Bolivia?
La recién nacida revista Pie Izquierdo es un ejemplo del esfuerzo que se está haciendo por otorgarle otra dimensión al periodismo boliviano. También sé que se está gestando una antología de crónicas periodísticas editada por Fernando Barrientos.
¿Tu último grato descubrimiento literario?
Wells Tower, autor de Todo arrasado, todo quemado. Se trata de un gran libro de cuentos que, en los Estados Unidos, ha causado tanto o más impacto que las mejores novelas publicadas en los últimos años. Muestra de manera contundente la vitalidad del género, a veces tan poco apreciado en Latinoamérica.

domingo, agosto 1

FABRI + FABRI

"Mi primera pintura la realicé en la puerta de mi dormitorio. Había visitado una de tus exposiciones y al salir de allí me invadió una energía tan fuerte que no la pude controlar. Fui a mi cuarto y con pinturas acrilex hice un cuadro detrás de mi puerta. Me amanecí, y allí me di cuenta de que quería ser artista” —
— “Eso sí que no lo sabía... Y cuántos años tenías entonces” —
— “Unos 14” —
Juan y Ángeles Fabbri dialogan en la sala de la Galería Alternativa (La Paz), mientras acomodan las obras que expondrán al público dentro de unas horas en la muestra Pintura. Lienzo-Lienzo. Él, el sobrino de 23 años que, inspirado en la obra de Ángeles, está determinado en encontrar un lenguaje pictórico propio. Ella, la tía de 53 años cuya firma ya está consagrada en la escena nacional. Ambos artistas; ambos tímidos, pero dueños de una paleta que derrocha intensidad.
—“Creo que fue tu abuela la culpable de que eligiéramos el arte. Le encantaba el cine. Como éramos ocho hermanos, decía que si no iba al cine se volvería loca. Y como era habladora, siempre llegaba y me contaba la historia de la película. Yo era pequeña y la escuchaba impresionada. Y creo que eso despertó mi imaginación” —
— “Pero, ¿qué te impulsó definitivamente al arte?”—
— “Pintaba desde niña. En colegio los profesores me reclamaban por los dibujos en los cuadernos. Pero yo quería ser monja. Lo chistoso es que cuando revisaron el test psicólogo me dijeron que no podía serlo. Decían que no era normal que una aspirante a monja hubiera elegido ir a una exposición antes que a visitar a un enfermo”—
Juan absorbe los recuerdos de su tía como una esponja, al igual que desde niño se empapó de su talento, como se puede evidenciar hoy en su trabajo. Se trata, en realidad, de un diálogo entre ambos a través del uso del color y de motivos recurrentes en sus piezas.
Claro, hay diferencias. Juan está enmarcado en la reflexión sobre la pintura, experimentando nuevos giros bajo el marco de lo contemporáneo. Es así, por ejemplo, que en sus más recientes trabajos optó por pintar sobre la tela cruda, dejando de lado el tradicional lienzo blanquecino preparado con yeso o con látex. O pintando en la parte posterior de la misma y exponiendo sólo aquello que caprichosamente se formó en la parte delantera de la tela.
Texto y fotos: JB. Fragmento de la nota publicada en Tendencias.